Me gustaría no rechinar mis dientes al dormir. Sin darme cuenta, durante horas.
Preferiría roncar, tener shocks electricos, moverme mucho. Pero cierro mi mandíbula con todas mis fuerzas, el esmalte blanco de mis dientes cada vez más perjudido.
Ese sonido que hace mi boca cuando desayuno, como si los músculos de mi cara estuvieran fatigados o los huesos sin lubricar.
Me gustaría arrancar mis dientes uno por uno con una pinza, desgarrar mi músculo masetero por tiras y darselas de comer a un gato en la calle. Que toda mi mandíbula quede colgando de mi rostro, a penas sostenida por lo que queda de mi fina piel.
Me gustaría simplemente no rechinar mis dientes al dormir.
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