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MAYÉUTICA

Nov 10, 2025

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MAYÉUTICA
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Me siento en la sala de espera.

Arriba mío cuelga un aire acondicionado en volumen 24.

(Los técnicos dicen que esa debe ser la temperatura ideal. Que si así no tira aire frío es porque "le falta gas" o "te lo instalaron mal").

Me transpira la vida.

Cierro los ojos y disfruto de ese aire frío moviéndome el flequillo.

Alguna señora mayor me aconsejaría que me cambie de silla, que el cambio de temperatura me va a hacer mal.

(Pero yo sé que cuando uno se enferma, casi siempre es por algo emocional).

Una mujer en frente mío mira su celular.

Y pienso en qué momento dejaron de poner revisteros en las salas de espera.

(Encima justo hoy me olvidé el libro, y me tuve que sacar los auriculares porque sino no voy a escuchar cuando me llamen, cuando sea mi turno).

Suena Vivaldi por el parlante colgado en la pared.

No puedo ver a qué aparato está conectado.

(Es como mi cabeza: habla, habla, habla. Pero si supiera cómo, la desenchufaría cinco minutos).

Pienso en la última vez que vine a terapia.

Casi siempre termino viniendo por lo que hacen los demás. O por lo que no hacen.

O a veces por lo que dicen y otras por lo que callan.

(¿Habrá alguien que vaya a terapia por mí?... no lo creo. Definitivamente ¡No lo creo!).

Repaso mentalmente qué me pasó esta semana.

Descubro que aparentemente todo sigue igual.

(Tal vez la que cambió soy yo y por eso veo todo distinto).

La chica que recepciona se levanta del escritorio y observo que está embarazada.

Y a mí que siempre me voló la peluca el concepto de "parir".

(Yo creo que todavía no estoy lista).

Pienso en mi vieja, que a mi edad ya tenía tres hijas.

Y yo acá, jugándola de Sarah Connor, batallando contra la "Skynet".

(No estoy lista para parir hijos. Pero sí pensamientos).

Los hijos necesitan cuerpo; los pensamientos, espacio.

Y en eso ando: haciendo lugar.

Me saco los lentes, la miopía me acompaña a todos lados.

(Pienso operarme algún día. Pero honestamente, me da pánico).

Nunca pasé por un quirófano. No me quebré ni un hueso. No sé lo que es que te pongan suero.

Soy físicamente sana y estable.

(Psíquicamente... bueno, ¡acá estamos!).

Me miro las manos.

Las uñas largas, cuadradas. Los dedos flacos y largos. Las venas sobresalen, verdosas y violáceas.

(Me pican los dedos, señal de que debería escribir todo esto que pienso).

Y como ahora no puedo, me hago preguntas.

Es mi mecanismo de recuerdo.

(¿Qué es una sala de espera, realmente? ¿Acaso no vivimos todos en una?).

Miro el reloj de pared. Con los números y las agujas doradas, brillando en un fondo blanco.

Nunca me acostumbré a usar reloj de pulsera.

(Me parece una broma de mal gusto).

Un hombre sale del consutorio.

Tiene esa cara de recién parido: despelotado, liviano.

Como si hubiera dejado una parte suya ahí dentro.

Suena mi nombre. Me levanto. Camino despacio.

(Siento que la silla me mira, y que ya me agendó un turno para la semana que viene).

Melina Marcos

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