Martes, medianoche [24-25 de diciembre de 2024].

Hace un par de horas aún estábamos juntos; ayer, por la tarde, te entregaba mis regalos y dejaba un beso en el dorso de tu mano. ¿Te acordás? Me preocupaba no llegar a tiempo, pero que lejos queda ya eso. Ahora la noche está fresca y repleta de fuegos artificiales; oigo cómo los pequeños [Love y Dunk], tanto como el niñero de cariño [Mark], expresan su fascinación por el espectáculo que se forma en el cielo. Y que por el contrario, nuestra gata naranja, se esconde aterrada debajo del mueble en dónde tengo el arbolito de mandarina hecho de crochet que me regalaste. Ahí está, mientras te escribo, se ve que al igual que yo encontró refugio en algo tuyo; y me mira inmóvil, sabiendo que mientras siga en ese lugar, nada malo le pasará. Acabo de guardar, luego de brindar y que cada uno haya recibido su regalo junto a un abrazo, todo lo que me ha dado tu caligrafía estos días; tus dos cartas regresaron a su sobre, dentro de una bolsita bordada que dejo exactamente en un cofre a medida; seguro las volveré a leer cuando haya lacrado la mía. Para escribirte no he querido usar mi papel de cartas común; por estas fechas, compré una que está orlado de rojo y verde, un diseño más navideño para la ocasión; espero se entienda en qué momento escribo esto para vos aunque el tiempo no se detenga ni en fechas especiales como estas. Quisiera platicarte de lo frágil que se vuelve mi suelo cuando de hablar de vos se trata, se llena de grietas y no sé si te das cuenta del impacto, pero ese amor que sabés dar a manos llenas; me paraliza. Yo también soy afortunado, yo también estoy agradecido, yo también tengo miedos. Temo ser frío, seco, egoísta, y Budha sabe bien, sin embargo, lo que sucede en este momento dentro de mí. Me preocupa no tener tu exquisita dulzura, la grandeza de tu ternura o la altura necesaria de tus aspiraciones; ahora es cuando agradezco a la vida por darme ventaja con mi estatura, pero, ¿es suficiente?; sé que si me das tiempo, si me tenés paciencia, conseguiré la forma de arreglármela; con algún tablón o trozo de material extra que localice para agregar a la escalera que me permite seguir encontrándote. Es una promesa; retenla y haz uso de ella. La hago porque puedo cumplirla.

Me parece que me expreso mal; vas a leer esto con frialdad; no digo nada de lo que quiero decir. Y es que mis frases chocan como suspiros; para entenderlas, hay que colmar lo que separa una de otra; lo harás, ¿verdad? ¿Soñarás con cada letra, con cada signo de la escritura, como yo al mirar minuciosamente los trazos de tejido que forman ese arbol de crochet? Sí, te deseo y pienso en vos. Te quiero más de lo que te quería ayer. Ya no puedo hacer nada; te veo continuamente en mi rutina como manifestación de mi anhelo más profundo, de pie cerca al reproductor de vinilos, con la yemas de los dedos moviéndose sobre la colección de disco; tu ojos brillosos, tu rostro, tu lunar en el pecho, todo. Ahora me circulas a fuerzas por la sangre. Me parece que estás acá; ardo, vibran mis nervios... ya sabes cómo... sabes qué calor tienen mis besos. El vino no ayuda, sólo he querido enviarte un beso más antes de despedirme, decirte que en la fiesta de fin de año estás invitado, que si quiero empezarlo a tu lado. Porque apenas te he dejado, y a medida que el tiempo pasaba, mi pensamiento seguía regresando a vos, no puedo permitirme otra fiesta actuando tan torpemente. Te estaré esperando.

Hoy sólo mira esos cohetes como besos que te envío desde acá; en tu frente, en tu mentón, en la punta de tu nariz, en ese sitio que me gusta de tu piel; en tu pecho, donde apoyo mi corazón; cargados de buenas emociones y deseos para tu navidad. ¡Muy felices fiestas, cara mia!