Despierto con la mente nublada, y una densa niebla me envuelve. Mi cabeza me pesa y siento como si mis pensamientos estuvieran enterrados 40 metros bajo tierra. Apenas puedo ver más allá de un metro frente a mí. El paisaje es borroso, alienígena. ¿Dónde estoy? ¿Cómo llegué aca? El miedo me invade cuando noto la sangre en mis manos. ¿De dónde salió?
Día 2: Mis recuerdos regresan, lentos y fragmentados, como piezas de un rompecabezas. Me duele la cabeza, posiblemente por el golpe que me descubri esta mañana. Estoy en lo que parece ser un cohete, pero mi memoria es confusa. Lo último que recuerdo es el caos, algo apocalíptico... ¿Es real o un truco de mi mente? Las imágenes son borrosas, pero el desastre parece inevitable: el planeta Tierra se desplomó en una devastación sin retorno. El cielo se tiñó de gris permanente, el agua se volvió escasa, y los alimentos frescos, un lujo imposible. ¿Es esto lo que realmente ocurrió? ¿Fui una de las pocas afortunadas en escapar hacia Marte?
Me llamo Mercedes. Tengo 25 años. Es el año 2060, o al menos eso creo. No tengo idea de por qué estoy acá.
Día 3: Finalmente, todo vuelve a mi mente. Soy bióloga molecular, especializada en plantas industriales. Me enviaron con una tripulación para investigar la posibilidad de cultivar plantas terrestres en Marte. Algo salió mal en el viaje; perdí la órbita y terminé estrellándome en un sector inexplorado del planeta.
Lo que veo no es lo que esperaba: verde, agua cristalina, cascadas. Marte debería ser árido, rocoso, pero esto… parece una versión distorsionada de la Tierra. No me atrevo a sacarme el casco, aún tengo oxígeno para dos días, y no quiero arriesgarme.
Algo más me inquieta. No parece que este lugar haya estado deshabitado. Hay indicios de vida. ¿Quién o qué estuvo aquí?
Día 4: El oxígeno se agota. Me quedan exactamente 22 horas y 34 minutos antes de quedarme sin aire. Es un margen pequeño, pero suficiente para explorar. Debo salir. Necesito respuestas, y quizá este lugar contenga el milagro que la Tierra tanto espera: Un nuevo comienzo.
Preparo lo poco que me queda: un litro de agua, algo de comida, un cuchillo. Pero cada vez que intento enviar informes a la base, el comunicador emite un latido. Es extraño, como si algo —o alguien— estuviera tratando de comunicarse conmigo.
Día 5: El aire es tan puro que apenas puedo creerlo. Al salir, me encuentro en un paraíso inesperado: agua, vegetación, cielo celeste, nubes pomposas. Me pregunto ¿Cómo es posible que nunca hayan investigado este lado del planeta?.
el latido en el comunicador persiste, más fuerte y constante, como el pulso de un polizon.
Empiezo a sentirme vigilada, como si algo más estuviera aquí conmigo. ¿Es el aislamiento jugando con mi mente? Oigo mi nombre en la distancia, una voz susurrante que me llama. No debería haber nadie acá.
Día 6: Estoy desorientada. Algo me atrajo a una cueva, una fuerza inexplicable, una voz familiar. Mi brújula mental falló, me encontré vagando hasta este lugar. Fobos y Deimos, las dos lunas de este planeta, están en conjunción iluminando el cielo con una belleza inexplicable, pero no puedo deshacerme de la sensación de peligro.
Día desconocido: La voz de mi madre me despierta. Abro los ojos con el corazón latiendo violentamente en mi pecho. Pero… ¿mi madre? Estoy en Marte, eso es imposible. Me despierto en mi casa, en la Tierra.
¿Fue todo un sueño? ¿Un recuerdo? ¿Realmente estuve en Marte? ¿Estoy muerta? Mientras mi mente se inunda de preguntas, una luz extraña surge de mi interior. Antes de que pueda entender qué está ocurriendo, alguien me llama, y el mundo se desvanece en oscuridad.
Silencio.
Y entonces, todo termina.
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