Sílfide se posa como un cíclope en medio de un telar,
a expensas de la retirada
o la muerte llena de rencor.
En un ballet romántico como para subir al cielo.
Un refugio, un altar,
porque estaba llena de atardeceres.
Una perspectiva caballera.
Un susurro en la brisa, etéreo, tan leve,
como un punto confluyendo en lo cónico,
una joya en un lienzo dorado.
Dulce paradoja,
manzanas y flores, un epíteto fragante.
¿Serán los vapores oscuros cayendo en la nieve del verano?
¿Serán vanidades, delgadas y muertas de aire?
Como margaritas que al amanecer se atreven.
Especias que invitan al paladar a una danza,
gemas jugosas de calor y frescura,
que moldean con destreza y amor.
El silfo susurra, perfecto consuelo.
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