Cuando el sol bajaba aprovechabamos para bajarnos también la ropa y señalarnos los genitales. De ahí brotaban unos frutos rojos como las manzanas pero sin querer ser evidente con la referencia a Blancanieves, estos frutos iban cargados de rabia iracunda. Era extraño como nos encantaba comerlos. Casi despersonalizadas. Porque después de ese fugaz fuego nos reíamos a carcajadas hasta terminar dobladas en el colchón. De ahí, nos levantábamos a fumar algo. Lo que encontraramos; palabras, pestañas, pellizcos. Y seguíamos riendo, pero ya de pie. Cuando salíamos a pasear pisando nubes y charcos, me acompañabas a casa. Y hacía un frío que te cerraba el nombre y el apellido. Pero jugábamos con el humito-vapor que se suelta del cuerpo en ese ambiente. Sabíamos tacitamente que no hacía falta más calor que el de la manzana.
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Rocío Giménez Ferradás
Hola! Soy dibujante pero las palabras son un jardin en el que refugio el pensar
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