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Manifiesto al desamor I

kurukiva

Nov 2, 2025

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Este manifiesto está atravesado por varios quiebres no fue sólo una ruptura amorosa sino también una familiar que me llevó a un fondo desconocido, uno demasiado oscuro como para reconocerlo en otro momento de mi historia aunque se parezca a la oscuridad absoluta del año más terrible de mi vida atravesada por el dolor y el trauma, estos hechos sucedieron en una semana: la perdida de mi mejor amigo, a quien consideraba mi alma gemela y mi familia, como así también la perdida de un amor fugaz que generó demasiados daños e incertidumbre pero dejó en claro algunas certezas sobre mí: sé quién soy aunque esté en un agujero negro, mi identidad no es negociable por unos segundos de ternura actuados y sobre todo, diría que la mayor certeza, es que el amor romántico y de pareja, para mí mente y mi memoria traumática significa una cosa: una sentencia de muerte.

Sucedió en distintos puntos de CABA en Julio del 2025, en una provincia desconocida para un travesti chaqueño.

Primera parte:

Recibí una sentencia.

“No sé cuánto trauma puede un cuerpo" me dijo mi amiga al despedirme deseando que no me pase nada malo, porque ya tuve suficiente y yo quiero decirle: ojalá sólo pudiera esto, ojalá mi cuerpo se apagará acá, ¿cuánto más?

Es el costo de estar vivo me digo, ¿estaré pagando alguna especie de karma de otra vida?

¿O es sólo el precio de una extrema vulnerabilidad que aún no consigo filtrar?

No quiero que nada de lo que pasó sea real, no quiero convivir con esto frío dentro mío.

Siempre fui un hotel para los ausentes, para que festejen grandes fiestas mientras yo miro desde afuera por la ventana, viendo a todos charlar. Soy un simple espectador, una vez más.

Nada tiene sentido y a la vez, lo único que tiene sentido es el deseo de ya no estar acá, de abandonar mi cuerpo y que se apague, de la misma manera que se apagaron mi alma y mi corazón.
Quiero decir, mi cuerpo puede soportar mucho más trauma, está claro, aunque esté helado bajo cuatro colchas, algo se murió dentro mío y es por eso que estoy tan frío.

Una acumulación de ausencias -en realidad, estoy mintiendo, fueron las presencias- mataron mi alma, no es volver al pasado, es el presente lo que me atormenta.

Vine buscando que respirar no me duela cada vez que inhalo aire, sin tener encima el peso de un camión lleno de escombros, queriendo encontrar algo más que mi pulsión de muerte como brújula, bajé la guardia y me encontré con el ruido de las vías del tren, el deseo de descansar sobre ellas, que pase el tren a toda velocidad y un solo instante de dolor agudo apague los fantasmas y las reuniones de los ausentes que generan un eco doloroso con sus conversaciones que rebotan principalmente en mi pecho, dejando en claro que un “te amo” no es una promesa de permanencia ni de veracidad, que incluso un “está todo bien” enunciado con la mirada fija en tus ojos puede ser mentira, que un beso dulce puede y casi siempre es, una sentencia de muerte para mi alma.

¿Cómo un cuerpo que desea huir de mis brazos puede parecer un refugio cálido en una ciudad llena de ruido, húmedad y frío?

¿Dónde quedo yo con un muerto dentro mío? Necesito sacarlo, es cargar un cadáver a donde vaya, quien logre mirarme a los ojos va a ver que detrás de mí, en este intento inútil de sonrisa que es una mueca falsa y rota, hay un cementerio y en la sala velatoria mi cuerpo se va enfriando, se pone cada vez más azul y más rígido. Entonces creo que yo también me morí aunque todavía ría, aunque todavía hable y sobre todo, aunque pueda moverme.

¿Será este siempre el costo de mi manera de amar? Te amo y con esa confesión un coche fúnebre detrás para mi alma y los restos que dejes en mí en la fugacidad de tu estadía.
Entonces, me doy cuenta que amar para mí es una sentencia de muerte. Siempre lo fue, es un peligro para mi integridad mental y emocional, es un precio muy alto por unos segundos de ternura que terminan abriendo heridas demasiado profundas.

Quiero creer que las roturas van a permitir entrar un poco la luz del sol por las grietas y curar o iluminar el inmenso manto de oscuridad que me cubre.

Quisiera celebrar una ceremonia de despedida a la parte dentro mío que está muerta, que está siendo velada a cajón abierto, exponiendo el daño a todos -menos a quienes lo provocaron- porque no les importa el entierro ni el muerto, siento que esa imagen penetra mi piel y es lo único que se ve si alguien puede mirarme, cuando alguien pueda volver a sostenerme la mirada va a descifrar todo esto y yo espero la destrucción que va a generar ese intercambio.

Cultivé y trabajé la tierra de mi interior como si fuera a tener una huerta, hice tierra fértil para algún día cultivar amor, con paciencia, respetando el tiempo y sobre todo, con la delicadeza con la que se trata algo frágil, alguien tiró un granada y huyó, todo se dinamitó, ahora hay una fosa común, un inmenso agujero lleno de vacío que absorbe cualquier otra cosa que me atreva a sentir.

Me vuelvo a preguntar si este es el costo de mi forma de amar, ¿será este el costo que voy a pagar siempre por confiar en la bondad que dicen tener? Uno no espera el golpe de quién dice te amo mirándote a los ojos, no sé si es mi culpa por no esperar la destrucción después de un beso y una acaricia, o si esperarlo de manera consciente sería también dejar de vivir, resignarme a una muerte temprana.

Entonces repito: amar, para mí, es una sentencia de muerte.
Es al mismo tiempo, la oportunidad de renacer después del amor.


kurukiva

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