"A la luz de lo que estamos viviendo en el país, lo único que nos queda y que conmueve a la gente es Malvinas. Si no fuera por ella, ya las palabras patria, estado y nación estarían borradas". Esto nos decía el coronel Mohamed Alí Seineldin en su última entrevista antes de morir. El tiempo otra vez le dio la razón.
Malvinas no es solo una herida abierta ni un mero recuerdo melancólico de la historia argentina. Es, por encima de todo, la llama que puede volver a encender el espíritu de nuestra nación. Malvinas es el punto de encuentro de todos los argentinos, transversal a toda ideología, pensamiento y clase que nos une ante una causa común.
Durante décadas nos han querido engañar por izquierda y derecha diciendo que la guerra fue una locura, una jugada desesperada de un poder militar conducido por un supuesto alcohólico como Galtieri para lavar la imagen del desastre de la dictadura. Este engaño no fue más que la imposición de pensamiento de los vencedores a los vencidos para que abandonemos la causa nacional ante un reclamo que fue, es y será legítimo.
En la mitología griega, Cronos es el titán del tiempo cronológico. Del tiempo que devora y transforma. En la historia de los pueblos, ese tiempo se acelera y se carga de significado, marcando el rumbo de una nación.
El 2 de abril de 1982, el tiempo de Cronos cesó, y apareció la sincronicidad, el tiempo sin Cronos. El tiempo que ya no es el tiempo que devora a sus hijos, se dio el tiempo de Aión (αιών), dando lugar al Kairos (Kαιρός), el tiempo de la oportunidad. Y así fue que, ante el anuncio del combate que se avecinaba, el pueblo argentino reunido en la plaza de Mayo, enardecido, alza sus banderas, golpea sus bombos y exige ir a la guerra para recuperar lo que le pertenece.
Malvinas no es solo una cuestión de soberanía territorial, es el destino geopolítico de toda una nación. Es la llave al Atlántico sur y la tan pretendida Antártida. La garantía de que Argentina pueda sostenerse por sí misma con sus propios recursos.
649 fueron los héroes muertos en la guerra, pero se dice que fueron aún más los que se suicidaron después de la misma por la indiferencia y el destrato de los gobiernos de turno.
Hoy, nos quieren débiles y fragmentados. Resignados a seguir siendo una colonia con bandera e himno propio. Nos quieren borrar la historia, y un pueblo que no conoce su historia no puede entender el presente ni proyectar un devenir. Un pueblo que no conoce su historia, no tiene gestas ni héroes a quienes honrar ni motivos por los que luchar.
Pero Malvinas está ahí, como una llama que no quiere apagarse, y cada dos de abril, se reaviva más y más, recordándonos que la Argentina tiene una deuda pendiente consigo misma. Que la sangre derramada no fue en vano.
Y no, no fueron chicos de la guerra enviados a un matadero. Fueron guerreros que se enfrentaron a una de las potencias más poderosas del mundo con una determinación que solo tiene aquel que no lucha con odio, sino por amor a los que están a su lado y atrás esperando su regreso.
Sir Michael Rose, comandante del SAS británico en Malvinas, afirmó: "Si Argentina hubiera resistido unos días más o usado nuevamente su aviación, Inglaterra perdía la guerra".
Julian Thompson, general de los Royal Marines y líder de la brigada de comandos 3, contó que el Reino Unido tenía recursos muy limitados, y solo una mejor organización de la defensa argentina al final de la guerra hubiera bastado para declarar la derrota a los ingleses.
Nigel "Sharkey" Ward, piloto y comandante de la fuerza aérea naval británica admitió que los ingleses habían subestimado a los argentinos al inicio del conflicto, pero fueron impresionados por la valentía y eficacia que tenían los mismos.
Y claro, si esos criollos parecían espartanos.
Hombres como el soldado Oscar Poltronieri que, al grito de "VAYAN USTEDES QUE TIENEN HIJOS, YO ME QUEDO", combatió solo con su ametralladora MAG ante 600 ingleses, ayudando a replegar 120 camaradas.
El teniente Roberto Estevez del Ejército Argentino, caído en combate y habiendo recibido múltiples heridas, seguía conduciendo y cuidando a sus subordinados ante el avance enemigo.
El gran Owen Crippa, que despegó con su Aermacchi desde puerto Argentino en una misión de reconocimiento sin saber que se enfrentaría a toda la flota británica en San Carlos. Al llegar, vio más de 15 barcos enemigos y, en lugar de retirarse, decidió atacar, dañando la flota británica y volviendo ileso.
Ellos y tantos más son el símbolo de lucha por aquello que es propio y fue quitado. No importa cuántos años pasen, cuántos gobiernos cambien o cuántas veces intenten desacreditar la gesta: Malvinas nos une, porque representa lo más noble de nuestra historia. Malvinas es más que memoria, es un llamado a recuperar el orgullo, a reconstruir lo caído.
Malvinas no es el pasado. Es el presente y es el futuro.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.


Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión