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    Magomed                                         

     

        Por estos días de finales del invierno del recién estrenado dos mil veintidós, las malas noticias siguen haciéndose notar. Cuando la pandemia del COVID, con su desbastadora carga mortal, parece que nos da un respiro definitivo, un nuevo conflicto mucho más alarmante y fulminante se alza sobre nuestras narices desconcertadas sin mucho preámbulo y con arrasadora habilidad. Temible, sobre todo por las muertes innecesarias que esa pugna generará y también por las consecuencias geopolíticas a largo alcance que moverá el complejo y frágil tablero de la política y las relaciones internacionales contemporáneas.

      Pero, infortunadamente, a pesar del mundo, a pesar de la negación a una nueva guerra en pleno siglo XXI, un sangriento conflicto está ocurriendo ahora mismo en la civilizada Europa. Una conflagración que parece que no tiene fecha de caducidad. Que, contrariamente a las protestas de millones de personas en todo el mundo y de la presión política de cientos de países que conforman esta comunidad global, continúa su lento e implacable desarrollo.

        Rusia, haciendo uso de su enorme poderío militar y político, ha decidido invadir a Ucrania (otrora territorio que conformaba la antigua Unión Soviética y, mucho más atrás en el tiempo, el imperio de los zares) bajo el pretexto de proteger zonas de control directamente ruso como Donetsk y Luhansk y para evitar, según ellos, el cordón sanitario de la OTAN a su territorio. Pero demasiados han sido los años en que Ucrania se mantuvo bajo la protección del Imperio ruso, desde el siglo XVII y luego del imperio de los Soviets. Aunque hay que decir que ambas naciones tienen un origen común en el estado eslavo oriental de Kievan Rus.

        Pero la guerra ha traído una nueva y buena noticia. Aunque es difícil creer que alguna buena noticia puede venir desde un conflicto de beligerancia, de una situación de extrema violencia en un frente militar dominado por la muerte y la conflagración. Pero así ha sido a mi modo de ver.  Para la comunidad LGTBI ha llegado una, y yo personalmente me he alegrado mucho y no me arrepiento. Recientemente, hemos sabido de la muerte, por parte de las tropas defensivas del país ucraniano, de un siniestro personaje que ha sido una sombra permanente y un criminal de guerra por mucho tiempo. Hablo del general checheno Magomed Tushayev, todo un señor de la guerra y asesor directo del líder de Chechenia, Ramzan Kadírov. Ambos, fervientes partidarios de Vladimir Putin.

        El susodicho general, en su participación en la guerra rusa contra Ucrania, era el responsable del regimiento motorizado 141 de la llamada Guardia de Kadírov, una de las unidades elites de Chechenia cuyo contingente estaría formado unos cuatrocientos hombres.

       ¿Pero quién es este señor y por qué la comunidad LGTBIQ+ debe tomar su deceso como una buena noticia?

      Según el sitio digital kifkif.info Este militar fue, hasta su muerte, uno de los principales asesores del presidente checheno, Ramzán Kadírov, en la purga LGTBIQ+, en la que continúa intentando reprimir a todos los ciudadanos homosexuales y transgéneros mediante torturas y asesinatos, incluso en campos de concentración en Chechenia. Su última participación conocida tuvo lugar en mayo de 2021, cuando los agentes chechenos secuestraron al activista gay Ibrahim Selimkhanov de una estación de tren en Moscú y lo llevaron a la fuerza a Chechenia para interrogarlo sobre periodistas y otros activistas que estaban ayudando a personas LGTBIQ+. Selimkhanov finalmente escapó y regresó a Moscú. Varias organizaciones de derechos humanos han confirmado la participación de Tushayev en este secuestro”.

        Los informes sobre la represión LGTBIQ+ en Chechenia provinieron por primera vez del medio independiente Nóvaya Gazeta en diciembre de 2016: Las autoridades chechenas, la mayoría de las cuales son exmilitares que desempeñan como fuerza de policía secreta del líder checheno Ramzán Kadírov, a menudo detienen a personas homosexuales bajo el pretexto de cargos por derogarse . Luego, la policía examina los contactos telefónicos de los hombres en busca de otros sospechosos, utilizando técnicas de tortura para conseguir la máxima información posible y, también, todos los datos que puedan llevar a cabo”.

       Un informe de treinta y una páginas de Russian LGTBIQ + Network elaborado en agosto de dos mil diecisiete denunciaba que: “los torturadores utilizaban electrocución, golpizas, hambre, deshidratación, aislamiento, desnudez forzada, insultos homofóbicos y confusión de género para castigar a los detenidos, confiscando sus pertenencias personales y permitiéndoles solo dormir tres horas al día sobre pisos fríos. A los hombres no se les permite bañarse ni usar los baños, tampoco reciben atención médica”.

      Han aparecido varios informes de refugiados que describen la terrible violencia del régimen de Kadírov, a pesar de las negaciones de este respecto a cualquier represión contra el colectivo LGTBIQ+.  Las mujeres homosexuales, por su parte, reciben la misma opresión, aunque a menudo se les deja con sus familias para que sean abusadas o asesinadas. Las autoridades chechenas suscriben la idea de  "responsabilidad compartida", culpando a las familias de generar "enemigos públicos" y castigándolas si no aplican lo que califican como "crímenes de honor".

    Las familias también pueden ser encarceladas, acosadas, chantajeadas o asesinadas si sus familiares sospechosos LGTBIQ+ huyen de la región.

       ¿Es entonces lícito alegrarnos por la muerte de un ser humano? ¿Hasta dónde nuestra ética nos debería permitir el regocijo por ver desaparecer a una persona que tanto daño ha hecho a la humanidad y a nuestra comunidad? Probablemente mucho de los que aquí me leen pensarán que no y obviamente todos tienen la libertad de creer en ello. Especularán que, a pesar de todo, era un individuo con sus propios conflictos, con sus propias verdades, con una familia, una madre, y seguramente con sus hijos, tal como cada uno de nosotros.

      Pero permítanme disentir. Permítanme creer que hay ciertos límites que no se pueden transgredir, limites morales, éticos y humanos que, una vez que dejan de tener sentido para ciertos personajes, algo se rompe y es incapaz de volverse a unir. Insisto en nombrarlo personajes más que personas, porque se han convertido en entes fuera de cualquier clasificación cercana a la humanidad con su proceder errático y criminal que los ha llevado a ser una mancha oscura para nuestra civilización.

        Continuando con el análisis, todos estamos de acuerdo con que no hay nada más preciado que la vida de un ser humano. Como tal, sabemos que estamos llenos de defectos, que ellos a veces nos llevan a cometer desaciertos, a veces crueles errores, y que, a la larga, deberíamos intentar aprender de ellos. Tratar de exponer nuestro factor altruista y saber darnos cuentas de que hemos cometido un error del tipo que sea.

    Bajo esta teoría, eso no significa que esté de acuerdo con la pena de muerte. Al contrario, pero si se va a una guerra y cae en combate, pues creo que ha muerto como siempre ha soñado morir: como un héroe para los suyos, pero como un cobarde para mí. En el caso del general Magomed Tushayev y otros tantos, opino que será difícil poder justificar o creer en el mejoramiento humano.

        A lo largo de la historia, hemos sabido de varios ejemplos de seres humanos que han dejado muy atrás su humanidad. Se sabe y se ha documentado por años; aparecen en las páginas de los libros de texto. Entonces, si alguien como él fue capaz de implementar una política estatal de genocidio (amparado por las leyes de un país y por su presidente), contra una comunidad de personas en minoría y totalmente indefensas, es culpable. Culpable de consumar una política y su proceder que lo pone al mismo nivel que el aberrante exterminio masivo de judíos por parte de Hitler, o de la extinción de los armenios por los Jóvenes Turcos* que tomó el poder político en el momento histórico de la decadencia del Imperio otomano, arrestando a la élite intelectual y política de la comunidad cristiana armenia, Luego provocaron más de un millón de muertos. O lo ocurrido en Camboya cuando los Jemeres rojos* comandados por Pol Pot pretendieron crear una utopía agraria donde no habría diferencias de clases pero que, para lograrlo, provocaron la muerte de cientos de miles de camboyanos o, incluso España, que tuvo que sufrir las locuras personales de un dictador como Franco. Entonces, hay que concluir respondiendo que sí, que se merece la muerte que le han provocado.

       Que debería haber sido juzgado por sus crímenes, estoy totalmente de acuerdo. Pero en un país como Chechenia, amparado por un poderoso país como Rusia, las leyes son figuras legales abstractas que pierden todo el sentido. O, en el mejor de los casos, nunca se escriben ni se manifiestan o van en contra de las de la comunidad internacional.

      Entonces, voto por creer que deberíamos hacer un réquiem por el alma de Magomed Tushayev. Pero no para convertirlo en un ruego por su alma. Sino para que su descanso no sea eterno y que, allí a donde vaya, sea reprimido tal y como él ha reprimido la vida de cientos de personas solo, por no tener las mismas inclinaciones sexuales que él o el presidente que lo amparó. Voto por olvidar su nombre. Ese será el peor castigo que podría recibir. Pero, sobre todo, voto porque esos crímenes que aún nos persiguen nunca más vuelvan a ocurrir.

      Voto porque en Yemen, deje de tener sentido el código penal que recoge una pena de cien latigazos para aquellos que practiquen el coito con personas del mismo sexo. Voto porque en Jamaica y San Cristóbal y Nieves deje de ser ley la pena, para los varones homosexuales, de obligación de realizar trabajos forzosos. Voto porque en Arabia Saudita se deje de aplicar la ley islámica de la sharía. Voto porque en Irán el Código Penal Islámico deje de contemplar la pena de muerte por el delito de sodomía. Y voto porque en mi país de nacimiento el próximo día veinticinco de septiembre se diga sí a un plebiscito que decidirá un nuevo código de familia y, con ello, la igualdad de derechos para la comunidad LGTBIQ+ de Cuba.

      Entonces, finalmente, voto por la vida por encima de la muerte. Por la libertad de cada uno de ser y de manifestarse tal cual es, y por el respeto a la diferencia allí donde se manifieste.

    *Jóvenes turcos: Partido político nacionalista revolucionario y reformador otomano de principios del siglo XX

    *Jemeres rojos: Nombre conocido de los miembros del Partido Comunista de Kampuchea que ejercieron un férreo control militar sobre la población civil sometida a régimen de trabajo forzoso y desarrollaron extensos métodos de detención, tortura y asesinatos selectivos en masa.                                                      

     

     

    Yom Hernández

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