Había una vez, una luz en el horizonte. Luz de nadie, luz que no tiene nombre. Cada día, cada minuto, cada segundo, se preguntaba ¿Quién soy y para qué existo? Quería pertenecer a alguien, quería ser alguien.
Luz solo de noche, siempre en horizonte, nunca se postraba no importa donde, orgullosa por fuera, temerosa por dentro, se sentaba en el pasto a mirar el cielo, ¿qué tipo de luz seré? Se decía por dentro.
Tal vez luz de farol que ilumina los caminos a los barcos. Tal vez luz de hogar, acogedora para los demás. Tal vez la luz que ilumina las calles, eso realmente es algo importante. Se preguntaba y se respondía, pero nunca se convencía. ¿Quién seré? Gritaba con una profunda agonía, explicada solo por el que la vivía.
Luz con una ceguera inexplicada, simplemente no veía para qué ella existía, solo se quedaba acostada esperando a que algo pasara, miraba y observaba, los demás ya sabían lo que necesitaban.
Luz inanimada con forma humana, a veces iluminaba y otras se apagaba, un foco no siempre anda, falta ánimo, falta ganas, tristeza inexplicable, un peso desbordante y poco apasionante.
Luz de horizonte, sola de noche, nadie está en la casa, pensamiento lejano que nadie conoce, palabras solitarias que nadie escuchó y lágrimas que nadie vio.

Araceli Solís
Deseo tener un gatito en mi regazo mientras lo acaricio, tomo una taza de té y escribo algunas cosas por acá o en algún otro lado
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