como una pluma perlada cortándome la sien,
desparramando mis ideas,
adornándome con mi sangre,
atrofiando lo pulcro y digno.
como el reflejo de un desgarre programado.
sostener la indiferencia de un corte,
de algo que cura por capricho natural.
de una carne maldita, irónica
y un contexto que no sobra ni alcanza.
las voces, esas que me apagarían
sin interruptor ni fuerza, existen.
entre plata conjurada y cadenas opacas
que persiguen el llanto aberrante,
y desconsolado,
de una prolongada pausa al oxígeno.
pero cómo, de qué forma.
están hechas de mis huesos,
de traumas talla 34
y carencias de un monstruo que porta mi sangre,
que se ahogó con mis lágrimas
en tardes cualquiera,
en días de sonetos deformes, que no cesan.
es un luto corrupto, inmaculado.
soy yo con trenzas y la perversión sin lentes
en el mismo infierno,
firmando una tenaz resaca.
envenena hasta el aliento.
me ata a sus altavoces ininterrumpidos
el día previo a mi vuelta al sol, sin brillo.
por los siglos de los siglos.
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