Ayer me di cuenta de que hace más de cinco lunes que llueve.
Siento que me tiño de gris. Me dicen: "cambiá la cara", pero el problema es que la cara no me cambia a mí.
La oscuridad encuentra un hogar adentro mío, se pega a mis neuronas como un chicle dulce rosa. Muerdo una primera vez: sale el jugo azucarado. Muerdo por segunda vez: mi lengua sangra.
Me dicen: "andá a dar una vuelta", pero es como tirar un boomerang que sé que me va a dejar un ojo hinchado.
Los chaparrones siempre me encuentran al fin. Me quedo dormido bajo las nubes negras mullidas y deciden tansformarse en un yunque en caída libre que deja un agujero vacío en mi pecho.
Si tuviera un hacha, cortaría la niebla en dos, pero sé que después correría a buscarle una curita. Siempre termino pidiéndole yo perdón.
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