Luna

Luna
Conocí a la luna con unos ojos cansados que lo hacían ver soñador, con una serenidad en su voz que te arrullaba como una canción de cuna. En su tranquila oscuridad, en su frío tranquilizador, pensé que seríamos perfectos el uno para el otro, tan distintos que nos complementaríamos.

Mi calor calmaría su frío y traería un poco de alegría y risas entre tanto silencio y serenidad. Su frío apagaría un poco de mi intenso calor, que a veces me llega a incendiar; su serenidad calmaría la intensidad de mi fuego.

Juntos llegamos a echar chispas: conectamos tanto que su viento se mezcló con mis llamas, y éramos una fuerza potente juntos. Pero creo que él no lo vio así. Llegó otra luna que, con su frío, nos sopló y se lo llevó. Ahora dice que aquella llamarada no fue nada realmente para él, que no fue para tanto.

Tal vez el solo buscaba a otra luna que lo acompañara en su soledad tan fría y oscura; quería disfrutar ese mismo frío con alguien igual. Creo que lo cegué con demasiada luz y alegría hiperactiva, cuando él solo quería permanecer en la oscuridad tranquilamente, fríamente y serenamente acogedora.

¿Ella podrá darle el mismo calor del sol siendo igual de fríos los dos? Tal vez solo quieran vivir juntos en el frío para darse calor uno al otro, tan cerquita, acurrucados como dos corazones que se calientan con la cercanía.

Tal vez el sol siempre tenga que brillar solo.