Un encanto,
conquista incinerada por miles de cuerpos
Y una obsesión impaciente delatan
sobre flores, susurros de hastío,
un visitante ajeno
dibuja su silueta.
Su color dorado quebrando las tinieblas,
desatando su vulgaridad,
impregna la imágen
de ilusión,
un espejismo divaga el pensamiento
mientras, el averno abre sus puertas.
Cuerpo atosigado por la obscenidad,
espesa el magnetismo imponente
relatando lo macabro,
devora mis ojos,
despedaza mi ego.
El reino, su reino
florece nauseabundo,
mórbido y visceral
ahora
acompaña/empaña su magnetismo,
alguien (yo)
anclado eternamente.
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