mobile isologo
    buscar...

    Luciérnagas en frascos rotos

    May 2, 2025

    0
    Luciérnagas en frascos rotos
    Empieza a escribir gratis en quaderno

    Luciérnagas en frascos rotos

    Jamás quise soltar
    estas bolsas de cuarzo que me cortaban las manos.
    Fue como cargar un hijo muerto,
    y no querer profanar su cuerpo
    dejándolo tocar el podrido suelo.

    Yo no podía soltarte.
    Te cargué entera.
    Te cargué rota.
    Eras el jinete que cabalgaba mi sudor.
    Sangraba sin mostrar mis manos.

    Eras mi carga sagrada.
    Profana como el altar de un borracho.
    Te ofrecí mi vida,
    como quien reza con la camisa sucia
    y los dientes rotos.

    Yo fui ese hereje que creyó en tu cuerpo,
    de rodillas besando tu vientre
    en la iglesia de tus padres.

    Tu rostro,
    hosco, veterano,
    curtido en rabias de guerras lejanas,
    con ira de sepulcro hacia el mundo entero,
    me miraba con la furia de un animal indomable.

    Pero el deseo te escapaba,
    como una fuga que no sabes contener.
    Y a veces,
    cuando la ternura te llegaba sin querer,
    te volvías niña.
    Terriblemente niña.
    Mi jardín de caléndulas rotas.

    Lo que te di no cabía en tus puños.
    Tenías que rajarte el vientre
    y coserlo dentro.
    Llevarlo a cuestas,
    aunque te supurara la herida
    y te doliera el alma con cada paso.
    Porque yo, como perro hambriento,
    estaría ahí lamiendo la pus de tus suturas,
    cuidando esa cicatriz
    como sello de amor nuestro.

    Caminando,
    hastiado de ser digno de nadie,
    me arrastré hasta el desamor
    con las tripas al aire.
    Así camino.
    Lo que te entregué ya no late en mí:
    mis tripas aún calientes
    están en tus manos.
    Cócelas en agua hirviendo
    para que no salga el mal olor.
    Y si quieres,
    te las comes.

    Yo,
    vagabundo sensible del mundo,
    guardé nuestras luciérnagas en frascos rotos,
    para alimentarme de migajas tiernas de amores falsos.
    Pero si te pierdes,
    busca luciérnagas.
    Sigue su rastro
    hasta mi corazón de piedra.
    Yo vomitaré la carne cruda que comí
    y beberé el natre para limpiarme.

    Te estaré esperando.
    Como el perro viejo en celo que fui,
    el que te aullaba desde su sed
    y le mostraba los dientes a los malditos.

    Hambriento.
    Sagrado.
    Pulguiento.
    Esperando.

    Alejandro Diaz

    Comentarios

    No hay comentarios todavía, sé el primero!

    Debes iniciar sesión para comentar

    Iniciar sesión