En el mundo sobre abundan cosas increíblente extraordinarias como el vasto universo, arte que resalta la grandeza creativa del ser humano, hasta cosas ordinariamente extraordinarias como veremos aquí.
Es triste noticia saber que muchas cosas extraordinarias han desaparecido de nuestras vidas y están quedando, simplemente en los recuerdos de quienes, cómo yo, todavía tienen alguna memoria de ellas por haberlas podido presenciar.
De niño, de las cosas más geniales que recuerdo y me generan mucha nostalgia, era ver a las luciérnagas en grandes cantidades danzando cerca de nuestra casa.
Pero que misterio, que espectáculo y que belleza contrastando en la densa oscuridad de la noche.
Que loco que, para poder disfrutarlas en su máximo esplendor, lo ideal era que no hubiera luz en el entorno, creo que, también, por esa razón, me gustaba ese momento del día cuando de pronto por la noche se iba la luz en nuestra casa y todito el barrio. Cuando ocurría eso era, señoras y señores, el momento de las cosas extraordinarias: hacer formas con las manos al ponerlas frente a la luz que emitía una lámpara, los conciertos de los desentonados y su guitarra, chistes, bromas y si coincidían la lluvia y la falta de luz, el espectáculo de las luciérnagas.
Este post es un post conmemorativo a aquellos pequeños destellos fantásticos de Dios que iluminaban nuestras noches y que, de manera personal, me permitieron vivir muchos momentos de felicidad, asombro e imaginación.
Por si no sabías, la triste noticia de esto es que las luciérnagas están consideradas, prácticamente, extintas y por dos grandes razones: contaminación lumínica y ambiental. Replicamos tanto su esencia que nos terminamos deshaciendo de ellas.
Mis hijos, al parecer, ya no podrán verlas, pero ojalá puedan un día leer este relato y saber al menos lo que ellas podían causar en un pequeño cómo yo.
Y vos ¿Aún las recordás?
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