"Que absurda, patética y miserable existencia la mía"
es lo que pensé al descubrirme nuevamente ahí,
un lugar al que prometí no volver,
una ilusión que no quiero seguir llevando.
Pero soy, en este momento, cualquier cosa nombrable que quisieras,
la presencia eterna en un mundo que colapsa,
el verdugo del peso de la existencia que cargas,
el ángel que satisface tus pecados insospechados.
Qué absurdo el pensamiento de que algo podría cambiar,
que su trato me hace pensar que podría amarme,
qué patética forma de acarrear esta vida a la misma tormenta
que dejó mi existencia al borde del abismo.
Qué miserables son estas manos a su merced,
el tiempo injusto con lo que pude dar,
y mi compañía buscada, pero innecesaria.
Nuevamente, y repítelo hasta que el corazón se parta una vez más:
"Lo siento, no despiertas nada en mí".
Una verdad que ya considero universal,
y me cuestiono... qué se sentirá ser aquella persona elegida,
aquella que hace que su corazón sienta vértigo y su mundo tiemble.
Patético.
Me pregunto por qué tengo ese deseo de ser alguien más,
pero me comprendo al verme en el espejo,
nunca he sido suficiente,
ni para ti,
ni para ella.
Eso te hace más patético aún, ¿lo sabes?
Sigues rogando por algo que no se te dará, nunca.
Se supone que habías aceptado este rol.
¿Crees que el hecho de que haya terminado con el último
con quién estuvo te hace automáticamente un candidato?
Qué miserable, sabes bien que nunca fuiste una opción.
No eres aquel que enciende su fuego bajo lo innombrable.
No eres ni siquiera aquel que recoge esas cenizas.
No eres aquel ideal que terminó en decepción.
No eres aquel al que dedica cartas de amor y deseo.
No eres aquel con quién planeó un futuro.
No eres aquel cuya sola existencia bastaba para hacerla temblar.
No eres aquel con quién conversa en estos momentos
para verse pronto y planear algo que a tu lado nunca nació.
Tampoco serás el siguiente.
Imbécil y patético hombre de mierda.

Nadie.
Un desahogo visceral convertido en palabras. Un espacio para lo crudo, pero real. No busco agradar, solo ser honesto. Sin temor a juicios, porque yo mismo ya me los he dictado.
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