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    Luces apagadas

    .f.

    Jan 22, 2025

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    Luces apagadas
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    Salí a caminar por la ciudad y el sol amarillo del atardecer precioso del cielo da en la sien. El último, es primero de enero.

    El amor de un mate se esparce por la vereda entre reposera y reposera. Unas lágrimas parten como el río tibio de un corazón deshecho por el abuso de sus pequeñas conexiones nerviosas. Solo detenidas por pequeños canes que corren al saludo y vuelven al calor del hogar. Las brisa de verano volvió la mejilla fría al tacto. La oscuridad palidece y también fallece. Cuatro cuadras, el boulevard no soporta más flores. El cuerpo no aguanta una cuchillada más, sin marcas.

    Camino sin caminar por una ciudad que no es mía y nunca lo será. Abrazo unos perros que no son míos, acaricio con la mirada una familia que no es la mía pero que algún día me hubiera gustado. Por eso construía con amor todos los días, los cimientos y no me lo arrancaron cómo arranca el viento, el sol de la piel granulada por la anarquía de una brisa descocida que destruye en cuerpo y alma en la integridad.

    Esta no es mi cara, este no es mi cuerpo. Camino de espaldas al atardecer sabiendo que alguien podría clavar algo en mi espalda, donde aparece la claridad que desaparece cuando adelante cae la oscuridad de la noche serena sobre una ciudad que no me pertenece, alumbrando el sueño de los felices.

    Me alejo del sol caminando adelante. Las flores florecen, los jacarandas ya florecieron luciendo el celeste violeta que nos arranca un segundo de la muerte sintiendo que damos vueltas en los colores dentro de los pétalos y la música clásica suena en el aire. Se marchitan los retoños del tiempo que tuvieron su intento y las humillaron hasta matar.

    Su trabajo, con guantes blancos. Los pétalos son marchitos, la energía revive la nada. Todos los días es un buen día para devaluar el espiritu que alimenta. Peor que el otoño que apenas llegará. Las flores mueren respirando el veneno del engaño, muriendo en la oscuridad del encubrimiento, muriendo en la descomposición en la que se posa la injusticia.

    Debo ir a casa, una casa que no es mi casa. Vuelvo a recordar con la tristeza, decepción, estafa de los hechos. Siempre que recuerdo la injusticia, apoyo el cuerpo en el mundo y ya no puedo avanzar. Suenan los gritos de maltrato laboral en mi cabeza. Va a llegar un día en que si los vuelvo a sentir, mi mente vuelve a vivir eso va a cansarse y morir. Estoy tan agotada ya no quiero caminar. Camino por la ciudad, que no es mi ciudad. Acaricio a la familia con la mirada, que nunca tendré. No son mi familia. En este mundo ya no tengo lugar. Lo destruyeron, todo adentro destruyeron. Soy como un fantasma que se pliega a la piel de los recuerdos que para mí fueron la vida, pero para ellos nunca existieron ni me reconocieron.

    La paz calma del atardecer alberga amor a los colores de la ciudad. La oscuridad se tiñe de azul esperando descanso de las estrellas, esperado.

    El futuro se encuentra solo en el pasado. Valdrá el recuerdo de los cimientos del porvenir. Los ojos cierran el camino y el sonido no encuentra latidos en el aire. Se muere todo, deja de doler. Deja de sangrar porque sangró tanto que murió pero deja de sangrar. No quiero y me duele.

    No me estoy desgarrrando la piel por un argumento, estoy defendiendo la verdad ultrajada y la felicidad robada. Estoy muriendo de amor, de amor a mi misma, de amor por la vida. Me moría lenta y desgarradoramente cada vez que la comprensión de unas palabras con sentido destrozaban mi corazón y sucumbía una vez más al abuso y la manipulación, a la confianza, al poder, al cariño, a la amistad. El maltrato el mobbing laboral, mi partido politico, espacio social, integridad humana, compañeras feministas, mi proyecto de vida y vida importaron jamás.

    Sin retorno, esa sensación basada en la falta de futuro. Cada vez que vuelvo a poner los pies en la tierra es como si estuviera descalza con los pies agrietados de tanto sangrar sobre vidrios puntiagudos. Camino por una ciudad extraña. Saludo a los perros del barrio, les digo a todos feliz año. Me uno a los colores del horizonte que no es mío mientras camino a la oscuridad desde que me rompiste junto con todo lo que me hacía feliz en la vida. Creador de un infiermo ensordecedor de una vida. El atardecer queda detrás mío. Se siente como tornillo en la espalda que con cada paso da una vuelta más adentro hasta que quiebre el cuerpo. La luz baña familias felices que se avecinan al resguardo de la noche justo dónde comienza la tranquilidad de la pronunciada penumbra.

    No se puede vivir constantemente en estado de catástrofe.

    .f.

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