Los posos del café.
Sep 6, 2024
Sábado y domingo.
-Estoy fumada y quiero follar.
-El mundo se acaba.
-Bueno, no es para tanto. Ya sé que no follamos mucho, pero...
-No es eso. Lo digo en serio. Estamos llegando al final de algo.
- ... la historia sucede así. Unas cosas acaban y comienzan otras.
-Esto es diferente.
-No sé si me apetece escuchar ahora tus paranoias.
-Vale. Follemos, pero...
-Nada de peros. Ven aquí.
Se duerme mal cuando hay algo preocupante en la mente.
-Ah, estás aquí.
-Esa observación siempre resulta absurda.
-¿Has dormido algo?
-Creo que no.
-Preparo café y me lo cuentas.
-¿Te lo cuento?
-Lo del fin del mundo.
Siempre me pareció que el café tiene algo de decepcionante. Un delicioso aroma que no se corresponde con su sabor.
-¿Y bien?
-Está muy caliente.
No resulta fácil dar salida a los fantasmas.
-Son muchas cosas.
-Muchas cosas.
-Sí, ¡joder!..
-¿Sabes? Me gusta disfrutar de este primer café del día. En silencio. Sin noticias ni música. Miro el horizonte y procuro no pensar en nada. Lleno mi mente con imágenes de árboles retorcidos en un denso bosque, bueyes almizcleros entre la nieve, caballos blancos al galope, cascadas entre las montañas, musgo en las piedras...
-Discúlpame, no pretendía...
-Tranquilo, no te estoy reprochando nada... solo es que...
-Prefieres no saber. Al menos antes de desayunar.
-Mira, yo no sé lo que nos pasa. De veras que no. Creo que nos evitamos, pero nos queremos... yo, al menos, te quiero.
-Yo también te quiero, pero no entiendo...
-Te preocupa el fin del mundo. Pero ¿Te preocupa el fin de nuestra relación?
-Esto me coge por sorpresa.
-Lo sé. Para ti, lo nuestro, es como la tele del salón, el portero de la finca, la declaración de Hacienda. Algo que está, que sucede.
-Lo de Hacienda...
-No cojas el rábano por las hojas.
Mirar el horizonte es un acto de auto contemplación. Allí están nuestros sueños, nuestros recuerdos, nuestras nadas y nuestros todos.
-No quiero que acabe lo nuestro.
-Tampoco quieres que se estropee la televisión.
No sé si se puede dejar la mente en blanco. Al menos no se me da no pensar.
-Podría vivir sin la televisión, pero me costaría acostumbrarme a que no estuvieras en mi vida.
-Lo sé. Lo mismo que cuando se estropeó el coche.
-¿Adonde quieres ir a parar?
-Al fin del mundo, supongo.
Sin saber leer los posos del café, ¿cómo adivinar el apocalipsis?
Sí, es muy difícil dar salida a los propios fantasmas.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.

Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión