Los peligros de fumar en la cama y leer a Mariana Enriquez
Jun 12, 2025

Una obra conformada por doce cuentos cortos, donde lo terrorífico se filtra en lo cotidiano. Doce relatos que llevan el género de terror a una nueva dimensión.
Este libro fue publicado por primera vez en 2009 por Mariana Enriquez, quien rápidamente se convirtió en una de las autoras más relevantes de latinoamérica. Su literatura invita a sumergirse en una nueva forma de terror.
La escritora, nacida en 1973 en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Capital donde creció y se profesionalizó en Periodismo y Comunicación Social en la Universidad Nacional de la Plata. Algunas de sus obras más conocidas son “Nuestra parte en la noche” (2021), “Un lugar soleado para gente sombría” (2024) y el libro que me insertó en esta dimensión del terror: “Los peligros de fumar en la cama” (2009).
Su escritura tan particular y ordinaria, da la sensación de estar conversando con la autora. Mientras escribo sobre este libro, se me entreveran las manos porque me cuesta encontrar la forma precisa de explicar lo que me genera. Me gusta pensar que la literatura tiene voz, cuerpo y alma: una entidad viva que se transforma con cada lector, en su forma única de habitar las páginas. La primera vez que leí a Enriquez, logré conectar con una parte mía que se fascina con un cuerpo sangrando, lo erótico y la muerte.
Enriquez te atrapa mostrando un erotismo en lo cotidiano: en la fuerza al inhalar y exhalar, en la forma de caminar, en los ojos rasgados por el sol. Si bien es un erotismo que supe reconocer en mi cuerpo, en estos relatos cortos descubrí uno habitado en imágenes monstruosas y literatura terrorífica. Un terror que, al ser monstruoso y desconocido, genera extrañeza y nos obliga a conectar con nuestro cuerpo palpable.
En los doce cuentos, hay formas y conceptos que se repiten: la muerte, la sangre y miembros faltantes. Todo esto, sumado al terror que aparece en la cotidianeidad, dan cuerpo a este libro. Un libro profundamente conectado a la tierra y los cuerpos enterrados.
El lector se vuelve parte del libro y se materializa en él. Como un caníbal que solo cesa el hambre con más terror, más sangre y más muerte. Nos volvemos tan monstruosos como los mismos cuentos.
Un ejemplo de esto es “El Carrito”, un cuento sobre un barrio movilizado por una especie de maldición que surge por falta de empatía y violencia de casi todos los vecinos con un “villero borracho”. La familia principal, de la cual solo se sabe el nombre del hermano (Diego), se salva porque fue la única que mostró empatía y humanidad hacia él. Mientras los vecinos del barrio van perdiendo todo poco a poco (trabajo, plata, comida, luz), ellos se mantienen encerrados escondiendo su “buena suerte”. Algunos terminaron comiendo a sus mascotas o suicidándose. El final de este cuento es abierto y sugerente:
“Esa noche, olimos carne quemada. Mamá estaba en la cocina; nos acercamos para retarla, se había vuelto loca, hacer un bife a la parrilla a esa hora, se iban a dar cuenta. Pero mamá temblaba al lado de la mesada.
-Esa no es carne común - dijo.
Abrimos apenas la persiana y miramos para arriba. Vimos que el humo llegaba de la terraza de enfrente. Y era negro, y no olía como ningún otro humo conocido.
-Qué viejo villero hijo de puta - dijo mamá, y se puso a llorar”
A alguien prendieron fuego, a alguien se van a comer, o al menos, eso se da a entender.
Este relato es totalmente imaginable por cualquiera que sea el lector. Un barrio precario, un borracho cargando un carrito de basura, vecinos quejándose del mal olor y de la pobreza. No hay monstruos debajo de la cama, no hay payasos macabros. Sólo la vida conocida llevada a un extremo incómodo y desagradable pero adictivo.
Otro ejemplo es "Dónde estás corazón", un relato aún más perturbador que explora los fetiches de la protagonista con enfermedades pulmonares y cardiacas. Enriquez describe de forma explícita la excitación que le provocan las taquicardias supraventriculares, el hermoso soplo de la estenosis aórtica, los latidos desordenados provocados por hiperventilaciones o maniobras de Valsalva. La autora describe de forma explícita la excitación que provoca todo esto en el personaje principal, desde los vagos ejemplos que lee en libros de medicina, hasta ponerse en contacto con un enfermo pulmonar tan extremista como ella, a quien somete a pruebas con café y cocaína para ver la diferencia en sus latidos. Hasta que esto no le basta: necesita ver el corazón, tenerlo libre en sus manos.
“Ni siquiera protestó cuando le dije que estaba aburrida. Que quería verlo. Apoyar mi mano sobre el corazón despojado de costillas, de jaulas, tenerlo en la mano latiendo hasta que se detuviera, sentir las válvulas desesperadas en un abrir y cerrar a la intemperie. Sólo dijo que él también estaba cansado.
Y que íbamos a necesitar una sierra”
A medida que vamos leyendo, nos volvemos personajes dentro del libro. Sin voz ni nombre, solo observamos: sentimos ese latir cansado de un corazón, vemos el humo negro desde la ventana, olemos la carne quemada o el olor a muerto que impregna las páginas. Y aun así, seguimos leyendo. Porque esa adrenalina que genera cada párrafo es adictiva y no hay otra forma de calmar esa sed que no sea leer a Enriquez una y otra vez para saciar el vicio que genera su mezcla de fantasía con realidad.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión