Casi siempre viajo,
pero no sé a dónde.
Fatigo las horas sentado
y rendido entre invenciones
y relatos por muchos meses y por años,
consumido en la distancia,
que lo vuelve todo en vano.
Es así que agoto los días
y las cosas navegando entre libros
como un río; como un íntimo río
que con polvo contiene mi porfía.
Borges, Alberti, Girondo,
Lorca y Bécquer; por mil y un nombres brindo
estas letras que como el aire
perecen, vagamente.
Porque a mi no me tocó
ni morir ni matar con la ociosa espada,
o anhelar un amor oscuro
a las orillas de su mar.
Yo fui hecho para moverme
con la mundana flexión del día;
para contar quizá las sílabas
y entre otras cosas divagar.
Entonces me rompo infinito
como infinita es la noche
y cual perro perdido
busco respuestas en el horizonte.
Pero una cosa, concluyo,
es la verdad entre estos dones.
Soy el eterno Odiseo
que vaga sin rumbo entre la sombra,
y que busca frío en la penumbra
algún destino, algún consuelo.
Soy la débil ceniza
que siempre queda
de los fuegos o la quema.
Y soy el barco que al viento
o al mundo se entrega,
porque naufragar, siempre en vela,
es la medida de mi tiempo.
Alejandro Kosak
Estudiante de Letras y escritor. Miembro del comité editorial de Revista Rabiosa, partícipe del colectivo de Letras&Poesía e investigador para CEDINTEL
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