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Los cuatro pilares.

Jun 1, 2024

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Abrí los ojos y el olor inconfundible a pasto humedo, me advirtio el frio que me esperaba fuera de la carpa. Me abrigué lo más que pude, el resto seguía durmiendo y prefería que sigan así hasta que prenda el fuego.

Fuera de la carpa, el sol apenas había levantado vuelo y con él se levantaba la neblina. Hacía más frío del que esparaba. Me quedé unos segundos mirando a mi alrededor, mientras me acostumbraba un poco a la humedad. Cerca del lado de los arboles que estaban al oeste de la carpa, se escuchaban los pajaritos que amanecían junto a mí.

Busqué la leña que habíamos separado y guardado para que no la mojé el rocio de la noche. Hice un pozo en el tierra con la pala improvisada que habíamos armado, y empecé el pequeño ritual. Lo unico que se escuchaba esa mañana eran los pajaros de lejos y como rompia las hojas de diarios, y luego las hacía bolitas. Las colocaba en el centro del pozo y luego las ramas. Las ramas más finitas por dentro, y las más gruesas por fuera de la pequeña piramide que se formaba. En el piso de esa pequeña piramide, le agregué llesca, para que prenda mejor las ramas gruesas, un viejo truco de hace años.

Prendí un fósforo, prendí otro y uno más, cada uno cayó estrategicamente en una punta del centro de la piramide. Primero prendió el diario y luego la llesca. El humo se empezó a notar cuando las ramas finas comenzaron a incendiarse. Dejé que el fuego siga solo su curso, coloqué la parrilla encima del pozo y fui a buscar la olla. Un litro de agua y un cuarto kilo de yerba, así nos habían enseñado a calcular para cuatro personas. La yerba en un saco de tela, que haga como de filtro, pero solo se ponía una vez que el agua había largado el hervor. Miré de reojo el fuego. Ya estaba listo para que ponga la olla, pero antes puse un poco más de ramas gruesas y avive el fuego con la tapa de la olla.

Una vez la olla puesta en el fuego y tapada, la parte más importante, me pusé a cortar pan. Estaba más húmedo de lo que esperaba así que decidí hacerlo tostadas. Preparé la mesa, que implicaba sacar el nilon de plástico que tapaba la construcción de troncos y ponerlo a secar en el tender improvisado. No había mucho por hacer más que disfrutar ese momento tan especial. Busqué un tronquito donde sentarme y lo llevé cerca del fuego, todavía sentía frío. Cada tanto metía una rama gruesa que empujaba con otra rama gruesa que luego iría al fuego, y así sucesivamente. Con la cuchara de madera levanté la tapa de la olla, muchos años atras lo aprendí por las malas. El agua estaba en punto de hervor, puse la bolsa y deje las tiras colgando fuera de la olla, humedas y lejos del fuego. El pan lo toste directo en la parrilla, no teniamos algo como para imposivar de tostadora, y tampoco quería despertarlas aún.

Esperé a que todo estuviera listo, que solamente tuvieran que abrir los ojos, abrigarse y agarrar su jarrito para salir de la carpa. Para cuando el desayuno estuvo listo, el frío casi que se había ido y solo tenía puesto una de las tres capas de ropa extra que tenía al salir de la carpa. Sus caras gritaban que tenían frío y con un "buen día" con la voz un poco ronca, me saludaban al salir de la carpa. Serví el mate cocido en los jarritos y en silencio desayunamos. El calor volvió a sus cuerpos y empezó la charla. Las escuchaba hablar sobre como habían dormido y que parte se habían golpeado en el juego nocturno de la noche anterior. Me di cuenta cuanto amaba este estilo de vida.

Cuando desperté, estaba en mi cama. Al borde de mi cama, porque el perro me estuvo empujando toda la noche. Me había despertado con el ruido de la obra en casa del vecino de al lado. Había sido el sueño perfecto. Estabamos las cuatro de nuevo, compartiendo esa vida tan diferente a la de todos los días. Era algo armonioso, como en los viejos tiempos supongo. Me levanté de la cama pensando si algún día volvería a ser así.

flor errante

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