El ruido de los tableros, pasajeros bajando de los coches, y la noche azul se colaba por las hendijas de la sala del hall. En el suelo lustroso del vestíbulo la humedad se impregnaba entre el pulido de las baldosas, las columnas de cal seguían firmes cumpliendo su rol de sostén y yo avanzaba con mi portátil, mi camisa beige, mis pantalones verdes que a mi pesar retenían un pliegue de mi panza. Otro abril en la escuela, la misma de siempre, todos los días. Algún día moriría aquí, pero si tuviera que irme se me detendría el corazón. Hoy llevaba una sorpresa para los chicos, en el bolsillo guardaba el bien más robado después de la plusvalía del proletariado. Esa noche lo había probado y a la mañana en casa con el café también.
En el aula 11 los pibes se apiñaban. Pelo. Caritas jóvenes llenas de transpiración, grasa y acné. Y yo ahí, a punto de enseñar una verdad fundamental. Al sonido del timbre los chicos seguían sentados sobre las mesas, hablando cálidamente, con ese murmullo abejil, el zumbido de la adolescencia, esas gotas del mar engendrando la borrasca. La preceptora llegó al punto y puso orden disciplinar y los niños al punto se sentaron en sus sillas, entonces entré, la barriga para conducir el resto del cuerpo. La preceptora me hizo firmar y se fue. Se hizo un silencio aceroso.
-Hablemos de química. ¿Qué es la química? El estudio del cambio. En este curso veremos reacciones, analizaremos como unas cosas se convierten en otras cosas. Eso en esencia es la química: la transformación. La mudanza de identidad. Y aquí está el primer concepto importante en química que es la noción de sustancia.
-A mis alumnos siempre le digo lo mismo. Y se los vuelvo a decir. Estudien filosofía, chicos. En la Grecia antigua los filósofos eran verdaderos químicos. Demócrito, Anaxímenes, ¡Tales de mileto! Empédocles. El atomismo nace en Grecia aunque cueste creerlo. Pero díganme ¿alguno me puede hablar de reacciones químicas en la vida cotidiana?
No podía faltar el pibe que quiere destacar aunque no tenga mucha idea:
-Y sí, profe. En los laboratorios…
-Muy bien, ¿alguien más?
-En la cocina, profe.
-Perfecto, en la cocina. No hay mayor laboratorio que una cocina. ¿Y saben que hay en la cocina? ¡Comida! Si lo sabré yo…
Algunos se rieron. Luego continué:
-Pero en este momento veo delante de mis ojos 30 reactores de energía química. ¿Saben cuáles? Ustedes.
Y saqué mi encendedor del bolsillo. Estuve años perfeccionando el dramatismo de ese momento que llegaba todos los meses de abril. Tomé el dispositivo entre mis dedos, puse cara de Sherlock Holmes y dije:
-En el interior de ustedes está pasando esto:
Chispa, sonido metálico, dedo pulgar regordete sobre la plataforma móvil, y una llama ambarina, gigante, con centro azulino. Me encantaba ver la sorpresa de los niños frente a la trivialidad de activar el aparato.
-Y es que ocurre que para que ustedes puedan respirar, mantener la temperatura estable, que el corazón bombee los compuestos de carbón como este hidrocarburo o la glucosa, que es el azúcar de los seres biológicos, se quema y produce esta llama. ¿Saben por qué no se queman dentro?
…
-No se queman dentro no porque esta llama se más potente. De hecho, libera exactamente la misma cantidad de energía por g consumido. No, lo que ocurre es que es gradual. Si su cuerpo no fuera una complejísima obra comparable a lo más sutil de la ingeniería sería imposible. Hay enzimas, catalizadores, reguladores, pasos intermedios para que dentro de ustedes esta llama…
Click, volvía a producir fascinación en los niños
-Permita que los pistones de sus músculos puedan moverse. Eso es la energía química. El caso es que la sutileza depende del modo en que se regula la energía. En vez de quemar violentamente como en este encendedor el combustible, hay mil pasitos, mil aproximaciones, mil formas de no quemarse. Pero el fuego… el fuego es siempre el mismo.
Pasado el momento dramático, la clase devino casi tan rutinaria como cualquier otra. Pero como todos los años durante semanas y en alguno por el resto de su vida dirían:
-¿Viste lo que hizo Lo Vuolo?

Bonchi Martínez
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