mobile isologo
    buscar...

    Los Abrazos

    May 4, 2025

    0
    Los Abrazos
    Empieza a escribir gratis en quaderno

    Una tarde de mediados de septiembre, 20 años atrás, me encontraba en el colegio finalizando la conmemoración de La Noche de los Lápices, ese año habíamos formado un partido y habíamos ganado las elecciones del centro de estudiantes, por lo que todos los actos corrían por cuenta nuestra. Ya habiendo terminado la semana y las obligaciones nos encontrábamos en los pasillos y entre charla y charla salió la idea de ir esa noche de viernes a una fiesta. Ya era hora de volver a casa, salude a todos, entre ellos Fran me pregunta si nos vemos a la noche, le dije que sí pero finalmente no iba a asistir ya que al otro día tenía que despertar temprano para irme a un campamento programado por el taller de Vida en la Naturaleza, parte de la currícula optativa del secundario al que asistí.
    La mañana del sábado, ni bien abrí los ojos, mi mamá me contó que algunos amigos habían tenido un accidente automovilístico a la madrugada y que se estaban organizando para ir a visitarlos al Hospital Regional de Mar del Plata donde habían sido trasladados. Con la tranquilidad y parsimonia que me caracteriza por la mañana, procedí a desayunar ante el apuro de ella que sería quien me lleve hasta el lugar donde nos encontraríamos con el resto.
    Tengo el vago recuerdo de haber pasado por el colegio antes de ir al hospital y cargar a algunos amigos en la parte de atrás de la camioneta. También me aparece la cara del profesor Adrian, quien estaba a cargo del campamento, con los ojos rojos como si hubiese tenido alguna alergia indicando que el campamento había sido suspendido, por lo que nos dirigimos a dicho hospital al encuentro de lo que sería una gran cantidad de caras conocidas y familiares.
    Las caras eran largas. Si bien toda mi vida cargue con cierta tristeza en la soledad (que hasta el día de hoy no puedo tener la certeza sobre a qué se debe) siempre intente quitarle lo solemne a cualquier situación y poder transmitir un poco de risa y distensión a quienes me rodean. En esta ocasión esta tarea me estaba resultando más difícil que en cualquier otra oportunidad. Era una mañana fresca pero soleada típica de la aproximación de la primavera, por lo que estábamos todos en el patio del hospital y no en los pasillos o en la sala de espera. Al encontrarme con amigas que habían llegado más temprano empecé a interiorizarme en lo sucedido.
    No logro recordar cual era el evento que había ocurrido la noche previa, pero sé que habían asistido Juanma, Fran, Willy, El Chino y Tundo. Los 5 al terminar la jornada se subieron al automóvil que había comprado Juanma con los ahorros de sus primeros trabajos de verano (al ya haber cumplido los 17 años había podido obtener la licencia de conducir y que, si bien yo ya sabía conducir desde hace años, aun me faltaban 3 meses para cumplir la edad para poder rendir los exámenes correspondientes), la idea era dejar a cada uno en sus respectivas casas. Supongo que la primera parada sería la casa de Willy que vivía con su familia en el barrio Del Puerto y seguiría camino al norte para finalizar en la casa de la familia de Juanma en el barrio Parque Luro. Rondando las 5 am, mientras circulaban por una de las calles del barrio San Carlos un camión de La Serenísima embistió el Mehari de Juanma (un vehículo hecho de poliéster reforzado con fibra de vidrio).  Fran iba en el asiento del acompañante y en el asiento de atrás iban WIlly, El Chino y Tundo.
    Producto del impacto todos sufrieron severos traumatismos, huesos rotos y cortes profundos y estaban siendo operados en esos mismos momentos. El rumor que corría era que el mayor impacto lo había sufrido el lado del acompañante ya que, al ver venir el camión desde el lado derecho, Juanma había pegado un volantazo para que no los embistiera de costado.
    Nos acercamos con dos amigas a la cafetería del lugar para tomar algo caliente sentadas en el cordón. Les pregunté qué tan grave era el estado de Fran, cuantos días iba a tener que estar internado y si sabían cómo había resultado la operación. Una de ellas miró al piso, la otra con cara de estar intentando explicarle algo nuevo a un niño me dijo: “ Gordo, Fran está muerto”. Mi respuesta, incrédula, fue: “Pero.. como?..no hay nada que se pueda hacer?”. Ciertamente, era un niño.
    Con 16 años no había experimentado algo similar, la muerte aun no me había pasado cerca y no llegaba a comprender del todo que ocurría, ni mucho menos todos los sentimientos que iban a aparecer desde ese momento. Si bien deje caer algunas lágrimas en el abrazo que nos dimos, aun estaba atónito, no quería ni podía creer el golpe de realidad que llegaría algunas horas más tarde en la sala velatoria. Un mar de personas habían concurrido a despedirse y rendir sus respetos a la familia. Tarde un rato largo en animarme a entrar, afuera abundaban los abrazos y se sentía un lugar un poco más ameno que esa habitación que solo conocía por películas. Junte coraje y decidí afrontar la situación, una vez adentro me senté frente a lo que era un cajón de madera cerrado. Todo lo que había alrededor desapareció, el silencio se apoderó de toda la sala y aturdía más que cualquier ruido. Mire fijo hacia el cajón de madera por lo que pareció una eternidad, y de repente como si tuviese visión de rayos X pude ver el rostro de Fran con esa sonrisa pícara que lo caracterizaba. En ese momento me deje fluir, un mar de lagrimas incontrolables brotaron de adentro y mi mundo abandonó la incredulidad para llenarse de tristeza, de bronca, de un dolor desconocido hasta ese momento y de sentir que por primera vez en mi vida había perdido a alguien para siempre. Con el tiempo me di cuenta que esto no es así, nunca dejó de estar en mi, simplemente se transformó, principalmente en un lazo muy muy fuerte con mis amigos y amigas, en una temprana maduración en conjunto y en un mayor disfrute de las personas que tenemos al lado.
    Con el pasar de los días les fueron dando el alta uno a uno y pudieron volver a sus casa a recuperarse, con excepción de Juanma que había sufrido una rotura de cadera y debía permanecer en el hospital. Nos organizamos con un  par para ir a visitarlo, y cuando nos dejaron entrar a la sala lo encontramos acostado, con varias lastimaduras y las piernas enyesadas. Entre charlas para intentar mejorar su ánimo le fuimos contando cómo estaba Willy, Tundo y el Chino. De repente nos preguntó cómo estaba Fran, en ese momento me di cuenta que no le habían contado aún lo ocurrido. No recuerdo como hicimos para desviar la pregunta, pero se que en cuestión de segundos no pude soportar el dolor que me inundó y me di media vuelta y salí de la habitación para poder explotar en llanto nuevamente. Habían decidido no contarle hasta que se estabilice y nosotros teníamos que respetar la decisión.
    Ya de regreso al colegio las emociones iban y venían, el lugar donde Fran se sentaba no volvió a ocuparse y las autoridades habían determinado tener un poco más de consideración con nuestro curso y los profesores debían manejar las clases con mayor cautela. Solicitamos realizar un mural en conmemoración. Como siempre se me dió bien el dibujo realice un pequeño boceto con la idea que habíamos pensado y entre todos pintamos una madera de 3 metros por 3 metros aproximadamente que luego fue amurada en el descanso de la escalera que unía los dos pisos del establecimiento. En ella intentamos plasmar un remolino muy colorido con diferentes tramas que representaban diferentes sentimientos y emociones, y en el centro pedazos de espejos partidos por dos baquetas de batería gigantes (Fran era un excelente baterista) que habíamos mandado a hacer y representaban los sueños rotos. Hasta el día de hoy sigue en el mismo lugar y dudo que los alumnos que acuden al colegio sepan su significado.
    Pocas veces he contado un pensamiento que me atravesó por mucho tiempo. Si bien uno no puede basarse en el “que hubiese pasado si…” la vida sigue su camino en parte por el azar y en parte por las decisiones que uno toma. La noche del viernes no salí con mis amigos únicamente porque debía despertarme temprano al otro día para poder irme a acampar, no fue enteramente una decisión mía, sino que fue en parte impuesta por mi mamá. Al ser un colegio de doble turno y pasabamos muchas horas allì, nuestra relación se podría decir que siempre fue como de una gran familia, nos gustaba estar juntos y solíamos movernos en grupo y salir de noche los fines de semana.  Con Juanma éramos muy cercanos desde que nos conocimos y solíamos pasar casi todos los días juntos, dentro y fuera del colegio. Como yo era el que más lejos vivía, siempre era el último en bajar a la hora de tomarnos un taxi juntos, y en esta oportunidad al ser Juanma el que manejaba, no sería la excepción. De haber salido esa noche, yo habría pedido sentarme en el asiento del acompañante, ya que este siempre suele cederse a la última persona en dejar el vehículo antes de que el conductor vuelva a su casa, por lo tanto Fran habría viajado en el asiento de atrás. Este pensamiento se mantuvo en un sube y baja emocional durante años, entre una suerte de regalo de vida extra por no haber estado en el lugar y en el momento del hecho, y una tristeza sin sentido de pensar que sería a mí a quién estarían llorando mis amigos y familiares, y en la hermosa vida que podría haber llevado Fran, llenandolos de música, de charlas y de risas.
    Con el tiempo estos pensamientos mermaron, pero si quedo la idea de disfrutar cada momento, de intentar vivir una vida plena y alegre, de abrazar y demostrarle a las personas que nos hacen bien cuanto las queremos y de darle al dolor el lugar que merece pero no dejar que opaque todo lo bueno que tiene la vida, que si bien estamos en un mundo difícil y duro, se vuelve increíblemente más ameno y hermoso al rodearnos de nuestros afectos.
    Ese viernes antes del accidente, por la tarde, como parte del acto conmemorativo de La Noche de los Lápices, se presentó en vivo por primera vez Noúmeno, una banda formada por tres amigos que se convertiría en la banda de rock de mi adolescencia. El filósofo Kant consideraba “Noúmeno” a la “cosa en sí”. Como tal es incognoscible e inabordable para el ser humano. Es aquello que está "tras los muros" del conocimiento posible, de la experiencia en que como seres dotados de razón, de intuiciones de espacio y tiempo, de categorías, nos movemos inevitablemente. Durante su primer show pudieron mostrar las canciones en las que habían estado trabajando, una de ellas se llamaba “Morir” y en su letra indicaba casi como una premonición de lo que sucedería horas más tarde:
    “Morir no es desaparecer, es hacerse realidad en el tiempo.
    Morir no es desaparecer, es hacerse melodía en el viento.
    Ay! los gritos se desangran en la noche eterna
    Ay! amor, cuanto dolor, cuanta inocencia.”

    El día 16 de cada mes decidimos juntarnos a hacer un fogòn en la playa Cardiel que está a dos cuadras de la casa de Juanma. Solíamos llevar algún que otro vino y contemplábamos las llamas toda la noche para conmemorar y recordar a Fran todos juntos. El viernes 16 de diciembre no fue la excepción, habían pasado 3 meses desde el accidente y ya habíamos terminado las clases, por lo que podíamos estar toda la noche tranquilos. Si bien estaba próximo a llegar el verano, era una noche fresca y ventosa por lo que había que permanecer bien cerca del fuego y hacer girar las botellas de vino, que ayudaban más que el abrigo que podíamos llegar a tener. Esa noche me fui a dormir a la casa de mi papá ya que estaba más cerca de donde estábamos. Por la mañana del sábado me despertó un llamado de mi amigo Agustin:
    -Gordo, pasó de nuevo!-
    Me levanté rápidamente, me vestí como pude y salí corriendo hasta el local de ropa que tenía mi mamá a un par de cuadras de ahí. Entré desesperado y con los pulmones en la boca, le pedí gritando que me lleve urgentemente hasta donde me había indicado que estaban. Ella estaba atendiendo a una clienta y me indicó que me tranquilice y que vaya a esperarla al auto que estaba afuera estacionado. Yo no quería tranquilizarme y no quería esperar, pero tampoco sabía lo que quería. Los vinos de la noche anterior y las pocas horas de sueño no me dejan pensar bien y no estaba del todo seguro de estar despierto o que todo sea un sueño, habían pasado solo 3 meses, no era posible estar viviendo esto nuevamente. Ese tiempo en el auto de mi mamá mientras la esperaba fue un torbellino, pero logré bajar las pulsaciones e incluso pude dormir un poco producto del sol entrando por la ventana. Cuando logró desocuparse me llevó por fin al lugar donde se habían juntado mis amigos y amigas, supongo que era una sala velatoria pero no lo recuerdo bien.
    La noche anterior mientras estábamos en el fogón, Lucas estaba viajando a Buenos Aires junto a sus dos hermanas cuando su mamá perdió el control del auto que manejaba, el auto volcó y en el accidente perdió la vida mi amigo y sus hermanas. Esta vez no pude animarme a entrar a la sala velatoria a despedirlo. Otra vez no podía concebir la realidad y no podía afrontar la situación de ver a ese padre el cual había perdido a sus tres hijos de un día para el otro.
    Recuerdo que este duelo fue más solitario, si bien siempre que podíamos nos juntábamos con mis amigos y amigas, ya no estábamos asistiendo a clases y no teníamos la cotidianeidad de compartir el día a día. Luego llegaron las fiestas y el verano, el fogòn mensual siguió realizándose cada 16 pero esta vez había que recordar a más de un amigo y los abrazos se fueron volviendo cada vez más fuertes y más sentidos.

    Pasaron los años, en el medio perdi a mi abuelo y a mi abuela, pero no me afectó tanto porque habian tenido una vida larga y pude despedirme con tiempo. Tuve que ver como amigos y amigas perdian a sus padres y madres y me toco ser el sosten y la compañia de esos momentos tan dolorosos. Tambien viví la perdida de una persona a la que estaba empezando a conocer pero que era el mejor amigo de dos grandes amigos mios, y ver como les tocaba vivir en carne propia todo lo que habia vivido junto a los mios.

    En el 2024 habíamos decidido mudarnos a Copenhague con quien era mi compañera en ese momento. La idea principal era llegar en mayo para poder estar en la primavera y agarrar toda la temporada de verano allí. Por problemas con el Consulado Italiano no pude renovar mi pasaporte a tiempo y tuve que postergar el viaje para Junio. La fecha de partida era el 19 de junio, por lo que habíamos decidido hacer una despedida para nuestras amistades en casa el sábado 8 a la noche. En la despedida tocaría con mi banda y dos amigos djs se harían cargo de musicalizar hasta altas horas de la noche. Queríamos hacer una gran despedida uniendo a todos nuestros grupos para llenarnos de abrazos y, de paso, liberarnos un poco la agenda de los días que quedaban ya que debíamos desarmar toda la casa, ordenar, archivar y llevar a Mar del Plata lo que queríamos guardar en casa de nuestras respectivas madres. La mañana de ese sábado nos despertamos lentamente y sin apuro, de una manera muy cariñosa aprovechando uno de los últimos días que estaríamos con nuestra perrita Pepa ya que se iría a Mar del Plata a ser cuidada por unos amigos que habían accedido a hacerlo mientras estemos afuera, lo cual nos tenía bastantes sensibles porque durante un tiempo creímos que podríamos llevarla con nosotros. Durante toda la mañana ni se me cruzó por la cabeza mirar mi celular, no había nada que me interese más que ese momento con ellas y todo lo referido a la despedida ya había sido organizado la noche anterior. Me levanté de la cama para ir a preparar unos mates y ella agarró su celular, un mensaje de mi amigo Agustin pidiéndole que me diga que conteste su llamada. Fui a buscar mi celular al lado de la cama y tenía llamadas perdidas de él. Nunca me iba a imaginar que otra vez, otra llamada de Agustin, otra vez el mundo se caía a pedazos, otra vez no pudiendo creer lo que me estaba contando así como había ocurrido 19 años atrás.
    Juanma vivía varias vidas en una, trabajaba mucho pero siempre intentaba hacerse un hueco en la agenda para poder tener esas charlas infinitas mientras bajábamos una a una las botellas de vino. Habíamos hablado unos días antes y me había dicho que llegaría tarde a la despedida pero que iría si o si. No importaba cuán ocupado estuviese, cuando compartías un momento con él tenía la facilidad de hacerte sentir que eras lo más importante, esto lo pude corroborar luego hablando con otras personal al respecto.
    Esa madrugada Juanma volvía manejando de la casa de un amigo a su hogar cuando se quedó dormido al volante cerca de la ciudad de Pilar. Su auto se cruzó de carril y embistió a un colectivo estacionado mientras ascendían los pasajeros.
    Sin saber bien cómo seguir, acordamos encontrarnos en el parque de Agronomía que quedaba a dos cuadras de mi casa. Ese día había feria, el parque estaba lleno de gente y al ser un día de sol los lentes oscuros ayudaban a ocultar el dolor que brotaba de mis ojos. De a poco nos fuimos llamando entre todos los que estábamos en ese momento en Buenos Aires para reagruparnos, y les fuimos avisando a otros amigos que sabíamos que, seguramente, no les había llegado la noticia.
    Del parque nos fuimos a mi casa para estar más cómodos y se fueron sumando de a poco mis amigos y amigas. Cada vez que abría la puerta nos fundíamos en un abrazo eterno y conocido, abrazos que iniciamos aquel septiembre del 2005 y que con el tiempo se fueron haciendo más fuertes y reconfortantes. Nos fuimos poniendo al tanto de lo que sabía cada uno, nos dábamos tiempo para llorar y también para despejarnos. Nos pusimos a cocinar algo para almorzar (o merendar), pusimos una música de fondo, nos reímos, contamos anécdotas y hablamos de mi inminente mudanza. Hablábamos de viajar ese día a Mar del Plata, pero no sabíamos dónde lo íbamos a poder despedir ni cuando, era cuestión de esperar a ver cómo se resolvía la situación. En un momento mi compañera me dijo por lo bajo que quería ir a ver a sus amigos, y le dije que la iba a mantener al tanto sobre cualquier información que surgiera. Pude ver en sus ojos rojos una mezcla de dolor e incredulidad, no podía creer que con lo ocurrido estemos pensando en comer, cocinando, riéndonos y manejando una entereza que no coincidía con el acontecimiento. Ella era la única en ese lugar que no había sentido algo así en su vida, y en una charla posterior hablando al respecto intente mostrarle mi punto de vista. El dolor llega, a su tiempo pero llega, y cuando lo hace hay que dejarlo entrar, hay que fundirse en él, y de a poco hay que dejarlo ir. Una de las formas más hermosa que aprendimos a sobrellevarlo es en comunidad, en amistad, pasando todos los momentos que podamos juntos, recordando anécdotas, contando intimidades, poniendo en palabras esos sentimientos tan fuertes que desgarran el corazón pero que poco a poco van sanando a base de besos, de abrazos y de seguir compartiendo una vida juntos.
    Al otro día nos enteramos que la despedida sería en Mar del Plata, decidimos salir en caravana y llegamos directamente a la casa velatoria. Al llegar nos dimos cuenta que la caravana había llegado desde distintas ciudades y de distintos grupos, un mar de gente inundaba la calle. muchísimas caras conocidas y muchísimas más desconocidas. Amigos y familiares de varias ciudades, compañeros de trabajo, cartoneros, ex presidiarios a los que había ayudado a reinsertarse en la sociedad cuando recuperaron la libertad. Como dijo Juan Grabois en un texto de despedida, Juanma había sido un soldado de los excluidos y un reconstructor de vidas rotas y por esta razón llevaría su nombre un barrio en la zona de Pilar donde estaba trabajando. Pero para nosotros también era un amigo incondicional, la palabra justa, el consejo adecuado y la compañía más hermosa que podrías pedir.
    Tuve la suerte de realizar un viaje con él cruzando la Cordillera de Los Andes caminando, junto a dos amigos en común, su papá Carlos, su hermano Jose y su hermana Lucia. Cuando me crucé en el velatorio con Carlos y con Flavia (su mamá), les conté como pude con la voz rota que durante ese viaje hubo momentos en el que perdíamos el rastro que debíamos seguir para llegar a Ralún (Chile) y que en algunas ocasiones, gracias a mi habilidad de orientación en la naturaleza, habíamos podido sortear las dificultades y encontrar el camino a seguir. Por esta razón Juanma me decía, en forma de broma, que yo tenía “sentido de lince” y que confiaba ciegamente en seguir mis pasos. Lo que nunca le dije, pero si pude decirselo a ellos, es que él era mi guía en la vida y así seguirá siendo. 

    La primera parte de mi nueva vida en Copenhague duró solo 5 meses y tuve que volverme a Argentina. Me encontraba de paseo por Gdansk (Polonia) cuando mi hermana me avisó que nuestro papá estaba internado en grave estado.
    En el verano entre 2022 y 2023 decidí tomarme vacaciones de la cabeza después de muchos años y nos fuimos con mi compañera a pasar 2 meses a la Patagonia. A mediados de diciembre cargamos la camioneta y pasamos por Mar del Plata a saludar a familiares y amigos antes de empezar nuestro viaje. Si bien mi relación con mi papá siempre fue buena y teníamos una comunicación cariñosa, me resultaba difícil visitarlo debido a que su nueva pareja solía insultarme a mi y a mi hermana cuando íbamos y era una situación muy tensa estar en su casa. Quise convencerme de que en esa oportunidad no pase a visitarlo por problemas de agenda, pero realmente algo en mi lo evitaba a toda costa.
    Tardamos 3 días en llegar a Bariloche ya que fuimos parando en diferentes lugares para que no sea tan cansador el viaje. Al otro dia de llegar, ya descansado, estaba tomando unos mates al sol en un pequeño bosque que tenía la casa que habíamos alquilado cuando recibí un mensaje de mi papá contándome que le habían diagnosticado un cáncer de páncreas muy avanzado que había hecho metástasis en el pulmón y un riñón. El panorama no era alentador, le habían dado como mucho un año de esperanza de vida.
    La noticia me conmocionó mucho pero, ante la pregunta de mi compañera sobre si quería pegar la vuelta y volver a Mar del Plata, decidí que no cambiaría mucho hacer eso y que prefería seguir realizando el viaje que había planeado.
    La última vez que había visto a mi papá había sido en enero del 2022. Durante 6 años organizamos con mi grupo de amigos y amigas un hermoso festival en Sierra de los Padres llamado Cuero. Durante todas las ediciones el festival fue autofinanciado sin apoyo privado ni gubernamental, toda la producción era cubierta con los ahorros que generamos trabajando durante todo el año en nuestros respectivos trabajos, y contábamos con el apoyo de muchísimas manos amigas sin las cuales hubiese sido imposible realizarlo. Cada edición que hacíamos generaba un déficit presupuestario y prácticamente mis ahorros volvían a quedar en cero año tras año, la edición del 2022 no fue la excepción. La gastronomía del evento estuvo a cargo de mi amigo Juanma y su socio Joshua. Ya finalizado el evento con mis socios debíamos rendir cuentas de las ventas realizadas para poder darles lo que les correspondía. Era un día lluvioso por lo que nos citaron dentro de su foodtruck para poder realizar las cuentas, cuando entré vieron que mis ojos estaban explotados como si hubiese estado llorando intensamente, lo cual era cierto. Intentaba mantener la compostura pero era imposible no darse cuenta de la tristeza de mis ojos, y yo notaba la mirada de Juanma a medida que me iba mostrando los números de cada ítem, él ya sabía que habíamos perdido mucha plata y, con la empatía que lo caracterizaba, al ver una lágrima correr por mi cachete frenó y me preguntó “che, tan mal les fue?”. Mis lágrimas no eran por dinero, nunca en mi vida lo fueron. Unos momentos antes había recibido un llamado de mi papá. Astor, mi perro de 13 años, había fallecido ese día y yo no había podido estar en sus últimos momentos con él. Inmediatamente dejamos de hablar de números y lo único que pudimos hacer fue abrazarnos.
    A Astor lo adopté en el 2008 cuando aún vivía en Mar del Plata y fue una parte muy importante en mi vida, a donde yo fuese él venía. Cuando me mudé a Buenos Aires compartía la tenencia con mi papá, lo teníamos unos meses cada uno porque él lo quería mucho y era una buena compañía. Los últimos años ya estaba viejito y yo no tenía permitido tenerlo en el departamento que alquilaba, por lo que solo lo veía cuando volvía de visita a Mar del Plata. Teníamos una conexión muy fuerte, mi papá me contaba que él sabía que yo iría antes de que yo llegué a la ciudad y notaba un cambio en su actitud. Había pensado en ese momento durante mucho tiempo, y sabía que su pérdida me iba a destrozar el corazón.  Una vez finalizado el desarme del evento, tenía que volver rápidamente a Buenos Aires a trabajar, por lo que solo pude pasar a visitar a mi papá un rato antes de salir. Astor ya había sido enterrado.
    La siguiente vez que lo visité fue al regreso de mi viaje por la Patagonia. Al llegar ya no encontré la imagen que tenía en mi cabeza de como era mi papá. La enfermedad había pegado fuerte y me encontré con un cuerpo muy envejecido y con 13 kilos menos que lo que corresponde, que para una persona de cincuenta y tantos kilos es una cantidad abismal. Me puso al corriente de lo que le habían indicado los médicos, y luego seguimos hablando de mi viaje y de la vida en general. Con mi familia habíamos vivido hasta mis 7 años en Bariloche por lo que nos pusimos a recordar anécdotas suyas, y lugares a los que le gustaba ir. Pudimos reírnos un poco y creo que eso es algo muy importante en un momento como ese, no sé si se habría podido reír en los últimos meses desde que le diagnosticaron la enfermedad. Terminamos unos mates, nos dimos un beso y un abrazo, nos dijimos que nos queríamos y partí hacia Buenos aires.

    La idea de vivir una experiencia en otro país la tenía hace rato y se fue volviendo más firme conforme veía que la Derecha iba ganando mayor terreno en Argentina. Con todo lo que estaba ocurriendo le indique a mi compañera que yo no podía irme en ese momento sabiendo que a mi papá le habían dado una expectativa de vida de un año y ya habían transcurrido 3 meses. Con el pasar del tiempo el tratamiento de quimioterapia parecía estar dando resultados, recuperó sus kilos perdidos y ya estaba mejor físicamente, por lo tanto decidimos volver a pensar la idea de viajar. Cuando finalmente tomé la decisión de que el 2024 sería el momento de vivir esta nueva experiencia, luego de la victoria de Javier Milei, decidí irme a principios de diciembre a pasar el verano a Mar del Plata en parte como despedida, en parte para no sufrir el verano en Buenos Aires. 

    En Marzo volví a Capital para empezar a organizar lo que sería mi mudanza y dejar todo listo para poder volver en un futuro si la experiencia fuera del país no era grata. Cuando ya tenía todo listo, no esperaba que algo tan fuerte como el accidente de Juanma fuese a pasar días antes de mi partida pero estaba agradecido de estar en Argentina y poder vivirlo con mis seres queridos, de estar afuera no se si hubiese tenido la posibilidad de tomarme un vuelo de la noche a la mañana para despedir a mi amigo como si lo hicieron Fede que viajó desde Dinamarca y Willy que viajó desde Barcelona.
    Las cenizas las llevamos a la playa Cardiel, la misma donde años atrás nos juntábamos a realizar el fogón conmemorativo todos los meses. Agarramos un puñado cada uno, una flor y lo arrojamos al mar en un atardecer hermoso y triste. Los abrazos pasaban de unos a otros, eran grupales, eran sostenes y eran la forma de intentar sanar este gran corazón comunitario desgarrado. Volvimos a la casa de Flavia para refugiarnos de la fría noche que había caído y así como en otras visitas posteriores, nos fue regalando pertenencias de nuestro amigo: libros, ropa, fotos, pimientos, flores, y todo lo que pudiese servirnos como recuerdo. Yo llevé dos o tres libros, que se sumaron al último regalo que me había hecho él. Para mi cumpleaños me había regalado la historia de la familia Vespoli, quienes dicen que inventaron los sorrentinos en Mar del Plata. Nunca pude terminarlo, lo fui leyendo de a una o dos páginas cada vez que lo agarraba de la casa de mi mamá donde lo dejé, como si mantenerlo inconcluso me aferrara a él. 

    Al otro día mi compañera me preguntó si prefería postergar el viaje para otro momento, faltaba menos de una semana para irnos. Sin pensarlo dije que no, debía seguir para adelante. La mejor forma de homenajearlo era esa, ir en busca de nuevas aventuras, viajar por el mundo, conocer nuevas pasiones, vivir una vida libre y plena como la suya… ser feliz. 

    Ya había pasado unos meses en Copenhague, era noviembre y estaba planeando los viajes que iba a realizar durante el invierno europeo. Tenía pasajes para ir un fin de semana a mediados de mes a conocer Gdansk, una ciudad portuaria de Polonia, y hablamos con amigos para ver donde íbamos a pasar las fiestas. Unas semanas antes de ir a Polonia me escribió mi papá para decirme que debían operarlo y que me mantenía al tanto de lo que le dijese el médico. Finalmente no pudieron operarlo, el cáncer había vuelto a avanzar y era muy riesgoso. Pocos días antes de mi vuelo me escribió mi hermana para decirme que su salud había empeorado mucho, que lo tenían que internar para estabilizarlo. Ya en Polonia, me avisó que la situación era crítica y que los médicos le habían indicado que no saldría de la internación. Decidí tomar un vuelo a Argentina al otro día. Llegué un martes 19 de noviembre a Mar del Plata y fui derecho al hospital para verlo y para que mi hermana pudiese irse a descansar. Aún estaba consciente pero muy dolorido y un poco desorbitado. Pase toda la noche con él y cuando podía charlabamos un poco y le contaba cosas sobre Dinamarca y le preguntaba cosas sobre su vida. Al otro día nos indicaron que debían inducirlo al coma para que no sufra más dolor, que iba a tardar unas horas y que podíamos despedirnos, la enfermera hizo hincapié en que intentemos que sea con felicidad y no con tristeza para que pueda irse en paz. A medida que le iba haciendo efecto el sedante empezaba a hablar lo que parecía cosas sin sentido. Pensó que yo era su nieto y me dijo que era igual a su hijo, me dijo que era familiar de Diego Armando Maradona, habló de sus padres ya fallecidos y lo nombró a Astor, mi perro. Le pedimos a Astor que lo vaya a buscar y lo guíe. Cuando por fin se durmió salimos con mi hermana a despejarnos, nos fuimos con algunos amigos a la costa a tomar una cerveza, fumar y en lo posible poder reirnos un poco. Luego de eso con mi hermana nos fuimos a dormir.  A las 5:30 de la mañana suena el teléfono, era la persona que habíamos dejado para cuidarlo esa noche. Había ocurrido.
    Desde sus 15 años mi papá fue militar. Era una persona muy obsesiva del orden, la limpieza y los horarios. Todos los días de su vida se despertaba a las 5:30 am para tener 2 horas libres antes de entrar a trabajar y así poder tomar sus mates diarios, escuchar un poco de música y limpiar lo que ya había sido limpiado el día anterior. En los años que viví con él, antes de mudarme a Buenos Aires, y cuando regresaba de vacaciones, yo dormía en la habitación de abajo de la casa con Astor, quien todos los días a las 5:30 de la madrugada me abandonaba para ir con cara de dormido a hacerle compañía a mi papá mientras tomaba mate. Suelo ser poco escéptico sobre las conexiones más allá de lo que explica la ciencia, y estoy convencido de que a esa misma hora y como todos los días, Astor volvió con su hermosa melena rubia a buscarlo y a guiarlo hacia un mejor lugar.
    Ese mismo día pudimos resolver todos los trámites más rápido de lo que pensaba que me iba a llevar. Nos había pedido cremación sin velorio, luego nos enteramos que lo mismo habían pedido dos de sus cinco hermanos que fallecieron también de cáncer ese mismo 2024 y con los que prácticamente no tenía contacto. Esa noche nos juntamos a cenar con amigos y empezaron a contar anécdotas, todos tenían una con él ya que desde la adolescencia nos había aportado un lugar seguro donde poder juntarnos a hacer fiestas, pijama partys y todo lo necesario para que tengamos las libertades que un adolescente busca sin la necesidad de encontrarlas en la calle y sus peligros. Mis amigos viajaron desde Buenos Aires para acompañarme, así como lo hicimos cuando falleció la mamá de Ana y también cuando ocurrió con el papá de Tomás,  sumándose a los que estaban en Mar del Plata y fuimos en caravana hasta Miramar donde fue cremado. Luego nos fuimos a caminar por el Bosque Energético y La Reserva hasta llegar a la playa donde, los que nos animamos, nos metimos al mar que aún no había llegado a una temperatura cálida. Como tantas otras veces, intente sacarle la solemnidad a la situación, hice chistes, me reí y agradecí de estar nuevamente acompañado por las personas que estuvieron a mi lado toda la vida y de comprobar que sea lo que sea que pase, siempre se está mejor con el abrazo indicado.

    A su salud!


    Christian ODR

    Comentarios

    No hay comentarios todavía, sé el primero!

    Debes iniciar sesión para comentar

    Iniciar sesión