Recuerdo aquella vez, una de tantas, en que hablábamos de las cosas que caducan.
Las cuentas, los sentimientos, nuestra relación.
Te pregunté, en una de esas, qué sería de nosotros si la eternidad prometida no era más que el suspiro de los agotados.
Y vos, con tu típica insensibilidad del que conoce muchos mares pero no sabe navegar un océano, dijiste que en ocho meses probablemente estarías con alguna chica que te gustase, viajando, disfrutando.
Mencionaste el ir de pesca como quien tira agua hirviendo sobre piel suave y después intenta secarla con una franela.
No sé si será, pero en estos días se cumplen esos ocho meses.
Y yo, que siempre busco significados absurdos en los números, sé que ocho fue también el máximo de meses que estuvimos separados en casi cinco años.
Cinco son los días que faltan para que se cumplan.
Y ochenta y cinco las veces que murmuré tu nombre desde entonces.
También fue el precio de mi último pasaje en micro, el que tomé ayer, hacia un viaje con un chico al que le agrado como jamás te agradé.
E imposible olvidar el “ya te dije ochenta y cinco veces, pero no aprendés”.
¿Quién no brilla al principio?
Si todos somos los más pistola cuando la euforia y la espectativa es un suministro intravenoso de adrenalina.
La mejor droga no por nada es el romance.
El amor, en cambio, es una cuestión más sacrificada.
Pero no todo sacrificio es amor.
Y aun así, para bailar un vals en medio de una avenida, los locos que escuchan la música tienen que ser dos.
¿Qué historia existiría si no pudiese hacer esto?
Ver las señales, inventármelas si hace falta.
Contar cada uno de los pelos de una cabeza y asimilar a cada uno como esencial.
Hoy volví a ver tus fotos después de tanto.
Esa en la que sostenés a Chicha y sonreís.
Recordé esa boca aguda que se afinaba en una línea pícara e intensa, los ojos disparejos, el mentón marcado…
Y no sentí lo mismo.
Te vi desde la lejanía de quien ya no es todo en tu vida.
Y esas cualidades exquisistas que alguna vez quise comerme para hacerlas eternas solo tuvieron el gusto de los recuerdos.
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Irina
Ni ser ni esencia solo converso con lo invisible sobre la impermanencia de las cosas, a veces, en forma de prosa.
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