Hola... soy Loreta. Tengo 35 años y sufro... humanizo a las plantas, las creo mis hijos y a sus frutos mis nietos... ¿y qué?
Antes de empezar a leer esto, quiero que sepas que soy un bicho de ciudad, que me crié en una selva de cemento y que mi contacto con la naturaleza era mirar a la montaña a través de la ventana de mi habitación. Lo máximo que tuve que ver con algo de huerta, fue hacer un germinador con granos en tercer grado y ninguna plantita me sobrevivió y bueno, de chiquita tenía una gran emoción por el mundo de los insectos, luego en la adolescencia, por alguna extraña razón que desconozco, me hice "insectofóbica" y ahora intento remediarlo.
Por la crisis hormonal de la edad, empieza el llamado... llamado que no me provoca escuchar, pero esta ahí, es como si te grabaran un chip y te lo metieran en la cabeza y escuchas de repente la voz de tu madre diciendo: cuándo me vas a ser abuela, en eco, una y otra vez. Y aunque nadie esté ahí en ese momento, en voz alta respondes: y... la verdad que nunca.
Hace un año decidí trabajar en esto de la fobia a los insectos y leyendo sobre el tema encontré en un foro esta frase: eso se cura sembrando, porque empiezas a entender lo maravillosa que es la naturaleza y el por qué de todo lo que existe.
Y se unían dos temas pendientes: sembrar trae insectos, por eso no me metía en el mundo de las plantas.
Un día me animé y comiendo unas semillas de girasol me dije: y si las siembro... Y recordando mi clase de tercer grado, en un frasco humedecí el algodón y puse las semillas. Luego de unos días, recordé que tenía un germinador y fui a ver si todavía estaban vivas.
Y ahí empezó todo. Vi la semilla abierta, como había crecido la raíz y como se empezaban a poner verdes las hojas. Sentí como si estuviera viendo un bebé recién nacido... bueno en parte lo era. Empecé a estudiar y ver tutoriales en internet. Luego estuve todos los días yendo a visitar a Solcito, así le puse, y a regarla religiosamente. Al pasar los días salían las hojitas, tan chiquititas, tan verdes, tan frágiles. Ese día recuerdo que me quedé en vigilia para que nada le pasara. La lucha con mis párpados fue batalla perdida, y al cabo de unas horas de descanso abrí los ojos sobresaltada preocupada por mi plantita. Y ahí estaba, más grande y más gorda. Qué rápido pasa el tiempo! Y así empezó a crecer la planta de tomates, el ajo, el orégano, la piña/ananá, la papaya, la sandía/patilla, las remolachas, los repollos, las papas, la salvia, la hierba buena, la zanahoria y otras flores más. Quiero repetir una y otra vez ese fenómeno al cual le puse "llamar a la vida" porque la semilla esta ahí, esperando su llamado.
Empecé a clasificarlas en hijas, nietas, bisnietas, hasta que bueno no pude tener más por cuestiones de espacio, cada una tenía un nombre y ninguno se repetía. Me costó comerme los frutos de las plantas, pero después el psicólogo me dijo que lo tomara como forma de gratitud por cuidarlas. Y antes de cortar un tomate o cualquier otra, hago un ritual de agradecimiento, no... no me importa que pienses que estoy loca.
Muchas veces dejé de salir porque no encontré niñera para mis retoños. Cuando conseguía, iba a casa de mis amigas y me la pasaba con las plantas, a muchas les regalé algunas, y las visitaba para ver cómo estaban, obvio me refiero a las flores.
Con los insectos, bueno. La verdad les sigo huyendo, pero bueno, me ayudaron bastante. Las avispas a polinizar, las arañas a cuidarlas de las plagas, y descubrí que las espantas cuando riegas... no les gusta mucho el agua, las libélulas hacen más fiesta en primavera con la lavanda, después ya no las ves tanto. Uno que otro abejorro que duerme en el tomillo, pero solo vienen en las tardes. Las hormigas aparecen de forma extraña y de la misma forma desaparecen y que a las orugas les encanta las hojas de la remolacha.
Estoy acá porque mi mamá me aconsejó que sería una buena idea escribir ahora en vez de sembrar y porque tengo un exagerado bosque. Todo porque no está convencida de que las plantas son sus nietas... Igual, ya tengo novio. Nos hicimos amigos porque tengo plantas de marihuana. Al principio no fumaba, luego solo un poco de vez en cuando, y bueno tuve que volver a un poco de vez en cuando porque estuvo mucho tiempo fumada y pues no daba. Un día me dieron una semilla y con este afán de sembrar de todo, pues me salieron unas súper flores. Así que bueno.... plantar también me trajo este tipo de amor.
Mucha gente me pregunta que si me mudé al campo. No, no me mudé. Vivo en el mismo departamento, toda esta colección natural ha adornado mi balcón y mi terraza. Sigo siendo un bicho de ciudad, pero más verde que gris. Solo que ahora tengo menos plantas que antes porque terminé en una exageración de la plantación. Muchos te dirán que te llenas de tierra, que haces desastres, que si trabajas y no tienes tiempo. Yo te puedo decir que todo eso es mentira, que eso se cura sembrando, porque empiezas a entender lo maravillosa que es la naturaleza y el por qué de todo lo que existe.
Andreina Alessio
Ocultista, Wicca, Maga, Bruja, Astróloga, Filosofa hermética, Licenciada en Comunicación Social, todo eso, todo junto, a la vez.
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