Triunfos y derrotas.
Como la vida es demasiado corta en bondades, no es bueno alargar lo que de lo malo puede evitarse.
Sea pues, toda vez que ya quien ha querido saber, sabe -todo el pueblo-, y que los ladrones no van a ser más ni menos ladrones, hable yo o no hable, y, como quiera que a los sinvergüenzas por un oído les entra y por otro les sale, que dejo de ocuparme de este desagradable asunto.
Su victoria, la barbacoa ubicada en terreno robado. Mi victoria, ninguna, pues pierdo el suelo, el sueño, la calma y, si hubo alguna vez algo de eso, la buena fama.
Quedo como un imbécil, ridículo, malo y cobarde y no recupero lo mío, mientras que los ladrones siguen tan orgullosos su tramposo, ruin y deleznable camino.
Lo disfruten y sea su vida llena de estos gozos sombríos y miserables.
Cuenten, eso sí quiero elegirlo, con mi desprecio absoluto, los dos protagonistas y algunos cercanos suyos que se han dado por aludidos y, de un modo u otro, me han jodido.
Que la Sanidad (pública o privada) les sea muy necesaria.
Y la Virgen del ladrillo bendiga, como merecen, su casa.
El puto desgraciado.
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