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Loca

Jul 31, 2025

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Loca
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Estaba loca: su mente no era de este mundo.

A veces no dejaba de sonreír y, después, lloraba contándome sus pecados. Solía tomarse un mezcal para calmar el alma.

Se pintaba los labios antes de dormir:
Quiero estar guapa para mis sueños —me decía.

Cuando lloraba, el rímel se le corría por las mejillas y me preguntaba cuál era la diferencia entre el dolor y el vacío.

Yo la observaba en silencio —un silencio consciente—, porque ella era de esas mujeres que te hacen sentir derrotado antes de intentarlo, de las que nunca olvidas sus ojos, de las que sabes que te van a doler para siempre.

Dicen que cuando uno quiere a alguien hay que decirlo siempre y con fuerza.
No lo sé.
Pero yo le repetí un millón de veces que era más guapa que nada en el mundo, que sus ojos eran míos. Y ella, loca como estaba, solo me besaba cuando me callaba.

Cuando le decía que amaba su libertad, se desnudaba y me confesaba que echaba de menos su mente.
Cuando tenía miedo, se ponía la chamarra negra y se miraba en el espejo. Entonces se reía de mí, y el miedo se le pasaba.

Cuando mi cuerpo explotaba de ansiedad, me acariciaba el pelo y me leía hasta que me quedaba dormido. No sé qué hacía después, pero cuando despertaba, mi piel estaba llena de besos.

A veces yo no dormía por días.
La dejaba sola en la cama, escribía y tomaba mezcal para calmar la mente.
Ella salía y me rogaba que me acostara:
Te vas a volver loco —me decía—. Tus ojos se volvieron negros. Sé que te duele la vida, pero tú me dueles a mí.

Se iba a la cama a llorar. Pensaba que no la escuchaba, pero yo solo escribía de ella.

A veces me consolaba pensando que nunca leyó nada. Porque si lo hizo y aun así no se quedó… entonces ni llenando hojas con su nombre hubiera sido suficiente.

Hay cosas que no sabía que sentía hasta que las escribí, y dolió releerlas, como si las hubiera arrancado de una herida mal cerrada.

Algunas noches parecía que iba a romperme del todo, pero ella se sentaba a mi lado y me decía:
No siempre hay que aguantar. Si quieres llorar, llora. A veces hace falta.

Hay días que son una mierda, y está bien. No pasa nada si uno grita, se encierra o se cae un poco. A veces solo se trata de respirar, escribir, dejar que pase la noche.
Algún día —me decía ella—, todo esto pasará. Lo que hoy duele, mañana será solo un eco.

Y yo le creía, un poco. Aunque en el fondo sabía que todo lo que me mantenía despierto era ella.

Un día se fue.
Me dijo:
No me estoy yendo. Solo soy un fantasma de todo lo que nunca tendrás.

Luis Julián Veloz

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