Dulce radiar que evade la triste realidad
y me alcanza en mi soledad.
Parece ajena tu partida,
no es mía es de otra mujer
más valiente,
más sabía,
más capaz de llorarte,
más dispuesta a dejarte ir.
Parece ajena tu partida,
ya no sos mi amiga la que reía y me entendía.
Los domingos perdieron su tiempo verbal,
ya no estás para decirme cuál es cuál
si este es el correcto
o si perdió por completo la cabeza,
si nazco allá y muero acá,
porque es eso, ¡estoy muriendo!
Y no es mía tu partida,
es de otra,
otra mujer lejana que yo no conozco
y que vos quizás amarías.
Porque es eso,
estoy muriendo
y no puede ser mía tu partida.
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