Frente a un mundo de novedades vacías
la sombra de lo que alguna vez fue nuevo
persiste rumiante de gloria y sueños,
a la espera del digno usurero: un crisol de porfías.
Siempre estuvo rondando por ahí, paciente,
acumulando fracciones nostálgicas
de tiempo pasado, donde álgidas
representaciones velaban por su presente.
Fue resultado de un cantar multitudinario
y sus reticencias sobre flagelantes realidades,
porque se sabían acreedores de todo corolario
justo e inconmensurable, sin necesitar deidades.
Muchos vivimos sin entender nuestro lugar,
pero lo viejo siempre estuvo ahí como respuesta
con su roja huella y firme labrar
empezó como puro corazón, hoy es también testa.
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