...
Lo excelso.
La ameba es el ser más elevado del Universo; ha alcanzado la cima de la evolución. El Todo será eso algún dia. Existir, sin mas.
En su sencillez, la ameba se convierte en el epítome del ser. Si la comparamos con todo lo que hemos construido, toda nuestra búsqueda de sentido, de conocimiento, de trascendencia, la ameba no necesita nada más que existir. Ha llegado a la cima precisamente porque no tiene aspiraciones, porque no se ve atrapada por las mismas preocupaciones que nosotros. En su pureza, sin preguntas, sin dudas, sin ansiedades, alcanza una paz que nosotros, atrapados en la complejidad de nuestro ser, no podemos comprender plenamente.
Quizás en esa humildad, en esa mínima forma de existencia, reside la verdadera sabiduría. No hay nada más elevado que el ser sin pretensiones, sin deseos, sin un fin que alcanzar. Ha llegado a la cima no porque haya alcanzado una meta, sino porque no hay nada más que alcanzar. En su "ser y punto", la ameba es la máxima expresión de lo que significa existir, sin más.
Y es tan barato...
Vivir después.
Hay quien dejará dinero a sus hijos. Hay quien ni hijos tiene para dejarles el afán de sus vidas. Quizás lo donen a una causa noble, o ¡Qué triste!, a la Iglesia.
Sobrinos o primos lejanos habrá que hereden el producto del trabajo de familiares arcanos.
¿Para quién vive el avaro? ¿Quién es su amo?
En mi haber, lo que escribo. Ese mi legado.
No dará para llenar la panza de ningún después como no lo da para mis meriendas de hogaño, pero será más duradero en el tiempo y, a diferencia del dinero, va por mí, firmado.
Habrá alguna estantería que me guarde lo pensado.
Sea mejor o peor lo compuesto, quizás sus lomos y sus cuadernas se rocen con más altos vuelos. Vecino será mi pensar, de Asimov, de Sagan, de Eduardo Mendoza, ¡De Cervantes!.. al fin nada malo ha de contagiarles.
¿No es ese un gozo más notable que el de enriquecer, una vez muerto, a uno que quizás en vida ni te hable?
Y lo eterno que suena.
Sí, ya sé que las bibliotecas están llenas de libros que nunca se abren. Pero están, como el cometa que ahora vuelve y que vieron los neandertales.
De lo que pienso diré a alguien aunque los siglos pasen.
Me parece agradable.
La última muda.
Hay personas muy previsoras, personas que, en una caja de cartón, tienen preparada, planchada y doblada, con una pastilla de alcanfor o una bola de naftalina, su propia mortaja. Quizás también hay una carta con instrucciones para el tratamiento de sus restos mortales. Si misa, si respondo, si velatorio, si inhumación o cremacion. Qué hacer con sus cenizas o donde enterrar su cuerpo. Donación de órganos, sí o no. Testamento. Últimas voluntades. Una canción.
Entiendo la cuestión. ¿Quién sino uno es el dueño de sus restos?
En mi caso no me importa si hay un traje o voy desnudo; eso es como vestir una muñeca, pero sí tengo elegido arder en ese infierno que hará de mi cuerpo un montón de ceniza. Antes, eso sí, si algo vale, que se use para mejorar otras vidas: hígado, corazón, retinas...
Lo formal, informal. Nada de velatorio ni pésames ni, por descontado, misas. Nada de curas ni iglesias ni reuniones para recordar ni, nadie se lo plantearía, pero por si acaso, ningún tipo de homenaje.
Desde la iglesia doblan las campanas cuando llega la noticia de que ha muerto un hijo del pueblo. Nací aquí, no me molesta si quieren hacer eso; es como un aviso: 'Este ya está listo. Tú puedes ser el siguiente'.
No sé si a los muertos se les ponen calzoncillos nuevos.
La felicidad no cuenta.
Los Estados y en su nombre los Gobiernos procuran que los que más tienen tengan más y, con suerte, que los que menos tienen puedan tener algo de lo necesario, pero esto nunca a costa de que los primeros tengan menos; en ese caso los segundos no cuentan.
Las sociedades se sustentan en la producción y el consumo (especulación financiera y otras tropelías aparte), y este circuito se auto alimenta procurando que se consuma cada vez más para que la producción sea cada vez mayor. No es esta una cuestión en la que la prioridad sea conseguir el bienestar de la mayoría, sino que lo que se busca es el lucro de una minoría.
Esto, de forma lamentable y despiadada, se hace a costa de la naturaleza, de los animales y de la mayoría de los seres humanos.
Las personas son engañadas, entre otras cuestiones (religiones, patria, enemigos...), en la idea absurda de que cuantas más cosas se posea más feliz se es, y eso obliga de tal modo a afanarse por conseguir tener, que no hay tiempo para disfrutar lo que se tiene. Esto es aún más terrible cuando se constata que lo que se consigue con ese esfuerzo es menos de lo merecido o es incluso insuficiente para lo imprescindible. También hay que contemplar lo superfluo de mucho de lo que las personas se obligan a conseguir: productos de última generación, muchísima ropa, zapatos, cosméticos, complementos de moda, juguetes caros, un fin de semana en París...
Y hay algo evidente: quienes más tienen nunca tienen bastante y eso provoca que una gran mayoría nunca tenga lo suficiente.
Luego, cuando alguien pretende un reparto mas equitativo, hay una maquinaria perfectamente engrasada que ataca en defensa propia para criminalizar al inocente y salvaguardar los privilegios de los culpables.
Se acude a nombrar al lobo (comunismo), y a la consiguiente defensa del derecho a la propiedad privada, al libre mercado y a la meritocracia. Esto último es curioso porque una gran parte de los muy ricos no tienen mérito alguno.
Entre todo este tinglado no aparece nunca el factor felicidad; ese concepto queda para las películas, los poemas, las canciones y se relega a una cuestión privada. Cada uno ha de preocuparse de la suya propia. Pero, eso sí, sin descuidar las obligaciones para con el Sistema: Trabajo, matrimonio, hijos, hipoteca, impuestos...
La felicidad... luego.
¿En cuántos telediarios han escuchado hablar de la felicidad? ¿Cuantos políticos la mencionan? ¿Qué programa de qué partido la tiene en cuenta?
Hay una palabra curiosa que sirve para maldecir el hecho de entrar en ese terreno: buenísmo.
Así, se considera que la felicidad es cosa de ilusos, de enamorados pueriles y de tontos. No es un tema serio.
Y me parece triste.
Hoy es el día de besar a un pelirrojo.
Pues no me viene bien.
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