acepté tus sombras
como quien bebe la última luz que cae del día,
me bastaba un roce, una palabra,
para sentir que aún me podías amar
fui templo de tus horas muertas,
piel que ardía por ser tocada,
alma que se ofrecía entera
mientras vos apenas me pensabas
y que sin embargo te elegí
por aceptar un “te quiero” sin cuerpo,
por un beso que duró lo que un suspiro cansado y el cuerpo más pesado
te di todo cuerpo, alma, nombre
y vos solo me dejaste en el silencio
ahora la nostalgia me arde como fiebre,
me repito tu voz en los huesos,
me duelen los lugares donde te quise,
y me pregunto si alguna vez fuiste real
o si solo fui yo, inventándote,
para no sentirme tan sola
porque amarte fue una tragedia sin público,
una obra donde yo moría cada noche
y vos, apenas, aparecías al final,
para saludar sin recordar mi nombre...
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