Lo que queda después de vos

Hoy viví la pesadilla, finalmente dabas un paso más y me sacabas de tu vida. Te intenté escribir, pero me bloqueaste y me desagendaste de la lista. No sentía nada pero gritaba una y otra vez rogando despertar. No quería soportar esa herida, no la quería atraer a mí realidad. Al abrir los ojos fui corriendo a tu chat, tenía miedo de que todo fuera verdad. Es que, ¿cómo debo confiar en nuestra amistad, si aunque lo desee nada es igual? ¿Cómo me permito olvidar, si esto duele sin cesar? ¿Con qué fuerzas te espero, si siento que no volverás?

Siempre fui feliz viendo tu felicidad, aunque ahora me duela no poder estar. Quizás a veces exagero, quizás solo das esmero a lo que juzgas certero, pero sé que mi lealtad nunca fue menos. Y es por eso que te defiendo y digo que nada de lo que comentan es correcto, que somos así, que tenemos desencuentros, pero siempre volvemos. Y es que así lo era, al menos hasta hace un tiempo. Pero creo que esta vez esas palabras no están en lo cierto, y por eso se deshacen como humo en el viento.

A veces me consuelo pensando que no sabías lo importante que eras para mí, porque si lo sabías y aun así te alejaste, me sentiría el doble de infeliz. Escribo estos renglones esperando olvidarme de vos; no de vos, de este vos. Me quedo con los buenos recuerdos, aquellos donde te preocupabas por tu amiga, donde recurrías a mí cuando te sentías deprimido, cuando me escribías borracho, cuando con tus formas inmediatas me sacabas una sonrisa, siempre tan acelerado, tan loco… pero un loco bueno.

Te agradezco siempre por aparecer en mi vida, por estar cuando otras personas no lo hacían, por abrirme los ojos incontables veces y hacerme dar cuenta de lo que valía, por haberme sostenido cuando sentía que me caía. Gracias por esta conexión, que en mi corazón, dejó una huella infinita.