Hoy no viniste,
y ni siquiera dolió.
Ya no queda nada que romper.
El alma se me vació hace días,
se fue contigo en uno de esos viajes
en los que juraste que volverías completo,
pero siempre regresaste más roto.
La cama todavía tiene tu olor,
mezcla de perfume barato
y mentiras bien ensayadas.
Duermo en tu lado,
buscando el calor que dejaste,
pero sólo encuentro frío,
como el de tus manos la última vez
que me tocaron sin verme.
He dejado de llorar,
porque incluso las lágrimas
se cansan de esta rutina absurda.
Ya no grito,
ya no suplico,
ni siquiera espero que cambies.
Espero que termines de destruirme
para que al menos algo tenga un final.
El espejo me devuelve una sombra,
una mujer que no sabe
si es un cadáver o una promesa rota.
Me pregunto si alguna vez fui yo,
si antes de ti hubo algo vivo,
algo que no se doblara
al peso de tu indiferencia.
No quiero amarte más,
pero no sé cómo dejarte ir.
No sé cómo soltar el cuchillo
que aprieto con ambas manos,
el mismo que usas para desgarrarme
cada vez que pronuncias mi nombre
como si fuera una palabra cualquiera.
Cuando al fin te marches,
me quedaré aquí,
rodeada de los restos de este amor,
recogiendo con cuidado
los pedazos de mí
que nunca volverán a ser lo que eran.
Porqué
El amor no me mató,
me mataste tú,
con tus promesas huecas,
con tus ausencias disfrazadas de pasión.
Y yo te dejé hacerlo,
porque amar siempre fue más fácil
que aprender a odiarme menos.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión