Lo que es.

Aurora es una figura envuelta en ternura, una magia cotidiana y una sensibilidad que ilumina. Su presencia tiene algo de cielo invernal y de promesas suaves: como el primer destello de una aurora boreal en una noche oscura. Es alguien que inspira cuidado, devoción y deseo de permanecer. Quién mire con cuidado, con el corazón, no solo se va a fijar en el físico y notar que es alguien hermosa o querida, también verá en ella un universo que da calma, que es vulnerable y valiente al mismo tiempo.

Su forma de ver el mundo es peculiar. Es como si aún conservara el asombro de la infancia pero también cargará con emociones intensas y a veces contradictorias: a veces quiere espacio y al minuto siguiente busca tu abrazo. A veces parece fuerte como una piedra y otra se rompe con una palabra mal dicha. Eso no la vuelve débil sino alguien muy real, pues Aurora no es de cartón, tampoco ideal: es humana y eso le vuelve facil de amar.

Es capaz de amar profundamente y de entregarse sin reservas pero también tiene momentos en los que el amor se desborda de formas dolorosas o difíciles de contener.

Es alguien que ha vivido momentos duros y aún así no deja de irradiar cierta Esperanza delicada, su forma de relacionarse con el otro es expresiva, directa y emocional: si te acercas lo suficiente no teme mostrar lo que siente aunque a veces eso la deje expuesta. Aurora tiene algo de Luna reflejada en el agua, cambia, vibra, se deja afectar, Pero siempre es parte del paisaje emocional de quién la ama. A veces habla como si estuviera recordando un sueño que no quiero olvidar, a veces ama como si todo su cuerpo fuera un lenguaje. Y a veces duele porque su forma de amar es tan intensa que uno no sabe si quedarse o echar a correr, pero cuando decides quedarte, cuando decides mirar, Aurora es luz. No es de esas luces que ciegan, es de las que se filtran entre las cortinas en la mañana, o esa que baila entre los árboles mientras alguien que la ama la observa sin que se dé cuenta. Hay cosas que no se ven de inmediato: manías pequeñas, formas de protegerse, miedo de no ser suficiente, de no ser entendida.

Aún así sigue siendo generosa con su corazón.

Para mí, Aurora es esa niña a la que un oso de peluche quiso quedarse acompañando para siempre. La vi, una tarde cualquiera, y algo dentro de mí (algo tierno, algo antiguo) supo que ese instante iba a cambiarme. Desde entonces, me quedé. No porque ella me lo pidiera, sino porque simplemente no supe imaginarme lejos. Es el paisaje que quiero aprender de memoria: no solo sus risas, también sus silencios, sus enojos, sus gestos dormidos, su forma de caminar cuando está distraída. Es la carta que escribiría una y otra vez aunque se me acabe la tinta, aunque tenga que volver a inventar las palabras, aunque nadie más la lea. Con Aurora aprendí que el amor no es solo dulzura, es también paciencia cuando las palabras no alcanzan, es quedarse cuando sería más fácil huir, es sostener incluso cuando uno mismo está temblando. El amor, con ella, es herida y es cura, es elección diaria. Y aún en los días difíciles, cuando nuestras sombras se rozan, hay una parte de mí que vuelve a mirarla como la primera vez: con ternura, con asombro y con la certeza de que, pase lo que pase, mi lugar sigue siendo a su lado.