Hubo un tiempo en que su risa era un eco junto a la mía, dónde sus abrazos eran un abrigo y sus manos, mi guía .
Pero de pronto, todo cambió, como si el sol olvidara brillar, sus palabras traían el invierno, y mientras su sombra aún respiraba, mi hogar se convirtió en un lugar al que temer regresar.
Ya no había cuentos antes de dormir, solo ecos vacíos que se ahogaban en el aire y un muro invisible que crecía entre nosotros, un muro que ni el perdón pudo derribar.
Crecí entre sombras de lo que alguna vez fuimos, buscando respuestas en su ausencia, intentando comprender entre sus gritos, la raíz de tanta indiferencia.
Y cuando el tiempo hizo su trabajo, cuando la vida nos dejó distantes, llegó la noticia de su partida, y con ella, un huracán de instantes.
No hubo disculpas que cerraran heridas, ni un abrazo que borrara el ayer, pero en mi corazón, entre ruinas dormidas, aún quedaba el ruido de lo que pudo ser.
Porque el perdón no siempre se grita, a veces se esconde, a veces se calla, y aunque su adiós llegó sin repuestas, su recuerdo aún arde en mi alma.
-S.R
(tiene derechos de autor)
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