lo que aprendí al intentar salvarnos

en una relación, es fácil convertirse en una narradora poco confiable de nuestra propia historia. idealizamos, justificamos, minimizamos.

nos convertimos en heroínas que luchan por un amor que “podría ser”, ignorando el amor que realmente es. pero, ¿qué pasaría si pudiéramos salir de nosotras mismas y ver la situación desde afuera? si viéramos nuestra relación como veríamos la de una amiga.

si yo hubiera sido mi amiga durante esa etapa de mi vida, creo que habría sentido una mezcla de tristeza y pena al verme.

ahí estaba, dando todo, peleando una batalla cuyo objetivo no era ganar, sino simplemente no perder. porque en el fondo sabía que, si perdía, el precio sería mi propia identidad. me habría dicho:

“¿por qué estás luchando tanto por alguien que ni siquiera está en la arena contigo?”

como mujeres, nos han enseñado que el amor es sacrificio. que si te esfuerzas lo suficiente, si amas lo suficiente, si eres suficiente, puedes convertir una relación rota en un final feliz.

pero nadie nos advierte que, en ese proceso, podemos rompernos a nosotras mismas.

durante esa relación, viví lo que llaman “espejismo en el amor”. sabía que los momentos buenos existían, pero eran como agua en el desierto: un alivio temporal que no me mantenía hidratada.

y aun así, seguía caminando hacia él, ignorando que lo único que estaba perdiendo en ese camino era a mí misma.

cuando amas a alguien que no puede o no quiere amarte de la forma en que necesitas, te encuentras en un ciclo de dudas:

• ¿soy suficiente?

• ¿me necesita?

• ¿me ama como yo lo amo?

te preguntas tanto si vales para él, que olvidas preguntarte si él vale para ti.

si pudiera viajar al pasado y hablar con esa versión de mí misma, creo que la miraría a los ojos y le diría:

“deja de esforzarte tanto por hacer que te elija. eres suficiente, incluso cuando nadie más lo vea. y mereces un amor que no tengas que mendigar.”

amar nunca fue el problema. mi capacidad de amar fue, y siempre será, una de mis mayores virtudes.

el problema era mi incapacidad de amarme a mí misma de la misma forma en que lo amaba a él. dejé que su felicidad se volviera mi misión, su bienestar mi prioridad, su amor la validación que necesitaba para sentir que valía algo. y en ese proceso, me olvidé de mí.

al final, la gran pregunta nunca fue si él me amaba lo suficiente. la verdadera pregunta era:

¿me amo yo lo suficiente como para dejar de aceptar menos de lo que merezco?

hoy, cuando pienso en esa versión de mí, ya no siento tristeza. siento orgullo. porque esa chica que un día se perdió en el amor por alguien más, también encontró el camino de regreso a sí misma.

y si aprendí algo de esa experiencia, es esto:

a veces, perder a alguien no es la tragedia. la verdadera pérdida es perderte a ti misma tratando de retener a alguien que nunca supo cómo sostenerte.

te mereces un amor que te haga sentir como en casa. pero primero, tienes que convertirte en tu propio hogar.