Todavía me acuerdo de ese mirador,
ese sitio al que siempre volvíamos,
donde fue nuestra primera cita,
y también, sin saberlo, la última.
Ese lugar siempre será un pedacito nuestro,
donde reímos, lloramos, discutimos,
y aún así, volvíamos una y otra vez,
como si el mundo entero se detuviera allí.
Me acuerdo tan claro de la primera vez que te vi,
sentados en ese banco,
hablando de todo y de nada,
yo no podía creerlo, era como un sueño,
que alguien como tú, me mirara a mí.
Ahora lo entiendo mejor, con el tiempo
no éramos un cuento de hadas
ni falta que hacía.
Simplemente
no estábamos hechos el uno para el otro,
aunque por un momento,
los dos quisimos creerlo.
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