Qué obsesión la nuestra por querer que todo sea eterno,
por intentar retener las cosas el mayor tiempo posible,
atarlas para que no huyan,
cortarle las alas para que no vuelen.
¿Por qué no aceptamos lo poético de lo efímero?
De la incertidumbre, de lo incierto, de lo que se esfuma, de lo que viene, te marca, se va y luego no vuelve. Y de no saber si, quizás, algún día, regrese.
¿Por qué no nos enamoramos de lo poético de las despedidas?
De sentirse agradecido por haber tenido algo o a alguien.
De poder recordar con cariño, sin rencores.
Y de estar feliz porque las estrellas seguirán brillando.
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