Lo perdido en el trayecto.

Llevo lugares transitados por personas que te cruzan, pero no te conocen.

(y al igual que yo, tan solo son desconocidos)

Pasaron tantos años que no logro recordar cómo eras, las heridas de las decepciones abrieron paso a situaciones marcadas con fuego en los lugares más fríos que nunca me atreví a mencionar.

La tristeza se fue, creo que la olvide en algún paseo, de esos que di por nuestras calles, pero si de algo voy seguro, es que nunca podría olvidarme de cómo me hacías sentir.

Recuerdo una noche, casi la una de la madrugada. La hora donde los fantasmas se hacian palpables, la hora de los ruidos y los recuerdos.

Desacostumbrarse es todo una novedad por estos lados, casi no se tiene en cuenta esa fase durante el día, pero claro que durante la noche es lo único que se piensa.

Todavía te sentía en mi hombro derecho, contando alguna anécdota, hablando de los planes para el día después y de las conductas revolucionarias que deberías tomar.

Te miro, me abrazas, te acaricio la espalda y empiezan a brotar los fantasmas, incontables sombras de lo perdido en el trayecto.

Tuve que apagar la tele, me había acostumbrado a dormir con ella encendida.

No es que tuviera miedo, pero la oscuridad de la habitación ya no era tan grande por las noches, sobre todo si de alguna forma seguias ahi.

Amigarse con algunos fantasmas no fue tan malo después de todo.