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Lo nuestro. Lo otro.

Alba

Sep 11, 2024

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Lo nuestro. Lo otro.
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Qué curioso lo nuestro y la distancia que delimita ante lo otro. Lo nuestro es lo conocido, lo que nos pertenece y a lo que pertenecemos, la construcción de una identidad común junto a nuestros iguales. Lo otro es lo diferente, lo extraño, lo lejano, con lo que apenas compartimos similitudes. Cuánta distancia entre dos palabras. El lenguaje también construye fronteras. Separa y divide cuando quien usa las palabras lo estima oportuno, no existen discursos de odio inintencionados. De igual manera, las fronteras físicas no se construyen en los lugares en los que se construyen de manera fortuita. Repensar cómo atraviesan estas lógicas territoriales y discursivas nuestro día a día y el ideario colectivo resulta de una emergencia alarmante. Las crecientes narrativas racistas y antiinmigración en el contexto europeo no dejan indiferente a la ciudadanía canaria. La violencia sistémica ejercida sobre el otro, en este caso, aquel que atraviesa un océano en cayuco, es la bienvenida idónea para asegurarle que este no es su sitio, sino el nuestro.

Un argumento cercano a todos los mensajes de odio y estructuras de poder sostenedoras de la violencia racial es aquel que expone que "las mayorías autóctonas son sacrificadas por el incremento del flujo migratorio" (1). La posibilidad de que este nosotros metafísico se vea resquebrajado por la llegada de extraños nos asusta. Los convierte inevitablemente en enemigos. Nuestro nosotros se refuerza con símbolos evidentes como las fronteras, tan similares a la puerta custodiada por el guardián que concedía el acceso a la ley en la fábula de Kafka (2). Existiendo un dentro en el que nos socializamos y en el que nos sentimos seguros, la mínima posibilidad de que este se rompa facilita y fomenta la imagen del migrante como un ser peligroso: un asaltante en la frontera. El miedo cultural contrario por definición a la acción ciudadana, inmoviliza al tejido social generando incertidumbre. En los procesos de socialización, reconocimiento e identificación son indispensables. Si no entendemos al otro, cualquier otro, como idéntico a nosotros no saldremos del marco de pasividad al que nos empuja este miedo, cumpliendo su objetivo implícito de uniformar a la sociedad. Consideramos según qué cuerpos como excedentes (3), en particular los cuerpos negros. Diferentes, lejanos y extraños. Naturales de más allá de nuestra frontera. Excluidos del todos, que usamos exclusivamente para referirnos a los considerados como nuestros iguales. La fragmentación social que nos impone el capitalismo tardío y el modo de acumulación neoliberal asegura la no creación de una masa lo suficientemente consolidada y densa que pueda efectuar cambios en la estructura productiva.

En Canarias, enclave 'tricontinental' como afirma Otero (2019) (4), la frontera se torna confusa. Política y socialmente circunscritas al marco europeo, geográficamente africanas y repletas de semejanzas culturales e historiográficas con América, las islas son el resultado de cientos de años de complejos procesos de socialización. La violencia mediática con la que se trató y se trata la llegada de migrantes a Canarias parece haber olvidado cuáles son nuestros orígenes. La mal llamada 'crisis migratoria', que como término genera revuelo e inseguridad en una sociedad isleña azotada por las altas cifras de personas en riesgo de exclusión social y pobreza, nos alecciona sobre cómo criminalizar al otro utilizando el lenguaje de una manera muy específica. El efecto marco, es decir, el fenómeno (sesgo cognitivo) por el que se provoca un reacción u otra en aquel que recibe la información según cómo esta se presente, es clave para entender la fuerza de los medios de comunicación en problemáticas sociales como la sistematización de la discriminación (5). Las emociones funcionan como un instrumento de control social. Años de hegemonía occidental y de miedo impuesto, como estructura violenta y casi perpetua, dejan a nuestra facultad con una patera en llamas. Si hablamos de simbología, de lo nuestro y de lo otro, es explícito que migrar no entra en el imaginario del canario que lleva a cabo esta acción. Migrar no es lo nuestro.

Lo nuestro es el turismo. En Canarias se presenta un escenario paradójico: la criminalización del migrante frente a la celebración de la llegada masiva de turistas. La violencia racial impone profundas diferencias entre los turistas y los migrantes, reflejando un sistema de privilegios y desventajas arraigado en la sociedad. La identidad juega de nuevo un papel decisivo: el turista pertenece al mismo lugar que nosotros, al interior de las fronteras europeas. Me reconozco en el turista, europeo y blanco. Y puesto que su presencia no nos alarma (porque no son los otros), abordamos hoy problemáticas como que "la vivienda como residencia se haya convertido en un producto turístico"(6). La argumentación vacía antiinmigración que se utiliza en contra del otro, aquella que procura asegurarnos que el de fuera viene a arrebatarnos lo nuestro, parece menos incongruente si la usamos con aquel que posee un poder adquisitivo mucho más alto que el del residente. Aquel que adquiere una o varias viviendas en las islas, el consumidor de vivienda vacacional o el que teletrabaja lejos y vive aquí, perpetuando un modelo turístico hostil, para los isleños y el medioambiente. Lejos de demonizar al turista como individuo, estos pequeños apuntes solo pretenden poner en tela de juicio el doble rasero con el que se evalúa al que viene de fuera (que no siempre parece ser fuera fuera). Como si Reino Unido estuviera aquí al lado. Y nos apellidáramos todos Smith.

Es hora de enfrentar nuestra propia contradicción, de reconocernos en aquellos que migran. Es hora de construir puentes en lugar de levantar muros, aunque estos parezcan proteger algo tan sagrado como la identidad. La identidad no reside entre fronteras. La otredad, ese mecanismo que nos permite separarnos del "otro", del que no se parece a nosotros, es un arma poderosa en manos del sistema. El tejido social, el valioso entramado invisible que sostiene nuestra comunidad, se desgarra cuando permitimos que la otredad nos divida. Nuestra pobreza, al igual que la de los otros no es un accidente, y este podría ser el primer paso hacia el reconocimiento de lo nuestro y lo otro como lo mismo. En última instancia, la lucha contra la violencia racial y sistémica no es solo por aquellos que sufren sus consecuencias, sino por nosotros mismos. Es la lucha por una identidad que abrace la diversidad, por un futuro donde el migrante sea visto no como otro, sino como parte de una misma red humana que nos une a todos.

(1) Zamora, J. A. (2022). ¿Retorno de las fronteras? Crisis sistémica, autoritarismo e ilusión soberanista. Daimon. Revista Internacional de Filosofía, 87, 47–63

(2) Kafka, F. (1915). El guardián y la puerta. En la metamorfosis y otros relatos. Alianza Editorial.

(3) El Salto - Edición General. (2024). El activismo antirracista en Canarias se alza frente a los discursos xenófobos y la narrativa antiinmigración. Recuperado de Racismo | El activismo antirracista en Canarias se alza frente a los discursos xenófobos y la narrativa antiinmigración - El Salto - Edición General (elsaltodiario.com)

(4) Otero, J., & Alemán, A. (2019). ¿Canarias es África? análisis y prospectiva cultural de una cuestión abierta. https://dialnet.unirioja.es/servlet/tesis?codigo=263931

(5) Rovira Salvador, I. (2018, 21 marzo). Efecto marco: así es este sesgo cognitivo. Recuperado de Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/psicologia/efecto-marco#%C2%BFQu%C3%A9%20Es%20El%20Efecto%20Marco?

(6) Sánchez, N. (2023, 5 octubre). Turistificación, Gentrificación y Sobrepoblación en Canarias. Recuperado de Hatpas://alegando.com/

Alba

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