Imposible ignorar la fuerza vehemente de correr hacia la certeza refugiada en la utopía en la que siempre serás bienvenida. No obstante, entre la idea patentada, temporal pero indefinida, no implícitamente eterna de que perteneces y el hecho, con las mil y un formas que tiene la vida de alejarte de lo esencial, hay un largo recorrido a embarcar.
La última vez que escuché tu voz por teléfono me dije a mi misma, solo necesito este pequeño favor, que evites perderme de camino a casa. Tomé hoy el mismo bus, a la misma hora, en el mismo lugar. Quise escucharte y que me hablaras como si el espacio entre nosotras no fuera un abismal viaje de 40 minutos pero solo me aferré al recuerdo. Tal vez nos sentimos comprometidas al saber que ningún extraño había llegado tan adentro. Las sutilezas nos vacilaron en nuestros propios ojos y en un pestañeo ya éramos. Metimos el polvo debajo del sofá. Cubrí los muebles viejos con sábanas, tendí la cama y escondí la ropa. Ahora se que quería más que nada, a la 1 de la madrugada, sentir que tengo dónde volver. Como si la notificación de desalojo no tuviera ya los meses más largos que hemos tenido de anagnórisis. No importa si contestas el teléfono, o si lees mis mensajes, no importa si logro hacerte llorar con mis poemas, no importa si tus amigos me vieron o si pregunto por ti. Nada nacerá entre nosotras porque lo matamos. Tal vez nunca nació, solo acomodamos el cuarto vacío que no teníamos como llenar. No puedo hacer nada para que mi corazón regrese de la eterna resignación. Solo se resquebraja con el mínimo eco de tu ausencia. Entonces olvido, decido olvidar, me tumbo en la nebulosa de mi memoria donde he perdido la noción del tiempo, del espacio, de la identidad, de los que extraño, de que los que quise y de las que fui. Olvido porque 40 minutos no son nada en km, pero la memoria es la distancia más larga que hemos recorrido. Olvido porque así puedo tirar en la papelera dos, tres o cuatro años en un par de párrafos. Olvido pero, de pronto, mi instinto de supervivencia me ha montado en un bus a la 1 de la madrugada buscando la primera persona que impida perderme camino a casa. Olvido como si no supiera que no importa cuánto recuerdo, lo esencial es invisible a la distancia.
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