Lo bello.

Y no soy.

Es recurrente en mí la sensación de que ya he dicho todo lo que yo puedo decir, de que ya he aportado todo lo que yo puedo aportar. Entonces escribo algo como esto, tan solo por satisfacer la necesidad del acto en sí. El acto mismo de escribir.

Es verdad que al rato, o al día, vuelvo a plasmar en estos muros, alguna cosa de esas que son mías. De esas que son por inspiración de otras. De esas, seguro, repetidas.

Y es que, pues ya lo he dicho todo, solo puedo repetirme.

La contienda anti fascista es necesaria, pero la veo inútil con mi gomero que solo dispara 'guijarros de algodón'. Me sirve como calmante, me da la coartada de que algo pongo de mi parte, pero sé, ya les digo, que no sirve de nada.

Los convencidos aplauden o callan, los pusilánimes no entienden mi exponerme en tan pertinaz batalla, los enemigos ni siquiera posan la mirada; y si lo hacen es para aumentar su rabia.

Las historias de ficción me ayudan a sentirme bien, me dan una especie de calma. Pero un poco lo mismo pasa. Se ha escrito sobre todo y con todo argumento. Vean si no cualquier serie, vieja o del momento. En todas pasan cosas similares. Se suceden los abusos, los robos, los chantajes, los desamores, los celos, los asesinatos... Y todo suele tener la misma salsa: el puñetero dinero. O el sexo. Pero sobre todo, el dinero.

Intento salir de tal enfangado atolladero, pero ni que sea ucronía ni que sea distopía... Acaso en la utopía puedo, pero ¿A quien le interesa lo bello?

Las historias felices no tienen interés. De ahí lo de los telediarios.

El mundo, creo, tiene más calma, más bondad, más vidas sencillas e incluso anodinas, que de lo otro, pero las noticias nos enseñan un mundo terrible, cruel, peligroso; un mundo lleno de ocupas que se quedarán tu casa; de inmigrantes que impondrán sus tradiciones y nos robarán el trabajo; de homosexuales pervertidos; de rojos, hambre y piojos.

(Creo que vuelvo a decir lo mismo y de lo mismo).

Me queda, eso sí, la poesía.

Pero no soy poeta.