En aquellos días donde el cielo lloraba,
Donde mi alma se extasiaba al llanto de las nubes,
Donde mi ser encontraba paz, en la inmensa eternidad.
Recordándome la noche de mi olvido,
Aquel largo y tormentoso sepulcro,
Donde nacía la muerte y mi castigo,
Un silencio desgarrador y un llanto compasivo, pintaba mi luto,
Y los sollozos recuerdos de una historia de pecado.
No puedo saber quien soy, no puedo admirar mi cuerpo, si solo soy un mal recuerdo,
Un desabrido y corroído personaje, un despreciable, que no tiene homenaje,
Un sentimiento pasajero, más olvidable, que verdadero.
Soy un cadáver,
Soy la descomposición de mi alma,
Soy los gusanos que me comerán al alba.
Porque las puertas al cielo no son destino para mí,
Porque en mí no hay perdón, sino un eterno dolor.
Y no necesito de su compasión, no viviré de los llantos para mi descanso,
Porque ese sentimiento es para los vivos, para mí no queda más que el olvido.
Y reencarnaré, y volaré entre cielos que solo puedo imaginar,
Que mi castigo solo es poder admirarlo, soñando alguna noche poder alcanzarlo,
Y aunque trate de tocarlo, no seré capaz de despejar la lluvia, que mi pecado ha creado,
Porque para un muerto como yo, solo existe el destierro,
Y el perdón de los vivos, pero jamás, del cielo...
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