mobile isologo
buscar...

Lleno de vacío

Mel

Jul 11, 2024

96
Empieza a escribir gratis en quaderno

La primera vez que la vi (ella seguramente me

vió a mí primero) estaba parada, expectante,

con la mirada perdida fijada en el cielo. Fue

justo después de haber tenido un accidente un

tanto trágico en medio del tránsito (un colectivo

se llevó puesta mi bicicleta y, por ende, a mí con

ella). Llevaba puesto su característico vestido

blanco, arrugado y gastado. Su piel parecía

transparente, como los papeles que se usan para calcar. Las ojeras profundas le hacían pensar a uno que no dormía hace días, o semanas. Pero a mí me cautivó casi al instante.

Observándola ahí, inexpresiva, como perdida

entre las luces, los gritos y la gente corriendo de

un lado a otro.

Tenía la necesidad de acercarme a ella (claramente no hubiera podido aunque quisiera, ya que estaba tendido en el suelo con una pierna fracturada y una contusión cerebral), como si me atrajera su presencia por sobre cualquier otra. Pero tenía miedo, no sabía exactamente de qué. Por un instante, temí que ella se asustara si intentaba llamarla. Pero luego me rescaté de aquella absurda suposición. Claramente el atemorizado era yo, y estaba buscando alguna excusa para escapar del torbellino de emociones que se me abalanzaron al verla. ¿Cómo se llamará?, ¿qué hacía allí sola?, ¿por cuánto tiempo habría estado parada en ese lugar?

Desvié la mirada un momento para apreciar

toda la multitud de gente alrededor de mi

cuerpo tirado como una bolsa de papas,

haciéndome interrogatorios e intentando

asistirme de forma bruta e inexperta, y, cuando

me giré nuevamente hacia su dirección,ya

no pude encontrarla, como si hubiera

desaparecido o, incluso peor, como si nunca

hubiera estado allí en realidad.

Me quedé atónito. Hasta consideré la posibilidad de estar alucinando. No podía creer lo que estaba viviendo. ¿Que acaso nadie a mi

alrededor notaba su ausencia repentina? ¿Era

el único que se desvivía por saber qué le habría

ocurrido? Evidentemente la gente ya no presta

atención a su entorno cuando camina por la

calle, pensé.

Aquel extraño acontecimiento me quitó el sueño

el resto de la semana en el hospital. Y durante

el día no hacía otra cosa que intentar hallar

una respuesta a lo sucedido, o cualquier tipo

de información sobre esa mujer. Necesitaba

saber qué había sido de ella. Pero nadie que

haya estado en el momento del accidente podía

recordarla.

No fue hasta algunos meses después, ya cansado y casi convencido de que estaba loco de remate, que volvió a aparecerse. Esta vez en mi baño, cuando yo estaba saliendo de ducharme y me resbalé dentro de la tina. Me golpeé la cabeza con rudeza, y quedé atontado por unos instantes. Sentí las gotas de sangre deslizarse por mi nuca. Me coloqué la toalla sobre la herida, haciendo presión para interrumpir el sangrado. Eventualmente llamaría a emergencias, pero por el momento solamente

podía mantenerme sentado esperando a

estabilizarme lo suficiente como para poder

ponerme de pie.

No se imaginan el susto que me provocó

verla, parada en la esquina contraría,

observando vaya uno a saber desde qué

momento.

"¿Cómo entraste?", le pregunté. Pero no hubo respuesta. En ningún momento escuché su voz.

Y había tanto que quería saber sobre ella,

tanto tiempo dudando sobre su existencia,

y anhelando el momento de concretar

nuevamente para poder quitarme el peso

de todas las dudas de encima. Pero en aquel

momento lo único que quería (y podía) hacer

era admirarla relajadamente desde mi posición

de hombre moribundo tirado en su baño. ¡Qué

horrible es morir uno en su baño! Siempre temí

la posibilidad de golpearme al salir de la ducha

y morir desnudo, ¡qué muerte tan ridícula, dios

santo! Por suerte, no fue la mía.

Pasaron alrededor de veinte minutos hasta

que pude recomponerme lo suficiente como

para pararme y acercarme a ella. Mi corazón

latía con tanta fuerza que pensé que podría

detenerse repentinamente. Me miró con esos

ojos apagados y absorbentes. Se acercó tanto

que podía incluso sentir su respiración. Era

lenta y pausada. Chocamos las narices, y

finalmente pude sentir su piel suave y fría

contra la mía. Me tomó el rostro con sus manos

huesudas y hundió sus finos labios en los míos.

No recordaba haber estado más emocionado en

mi vida. La tomé de la cintura y la traje hacia mí

con intensidad. Estaba alucinando con el placer

que me provocaba tenerla conmigo. Deseé que

jamás se fuera, que jamás dejara de besarme, y

que esos instantes se vuelvan eternos.

Pero, en lo que parecieron segundos, me

encontré a la mañana siguiente, sólo, en el piso

de mi baño. No recordaba cuando me había

dormido, o cuándo se había ido ni por qué.

Ya no soportaba la incertidumbre hasta volver a

encontrarla, si es que habría una próxima vez.

Las semanas pasaban y la monotonía de mi

vida me abrumaba increíblemente. Después

de conocer el encanto de esa mujer, el resto del

mundo carecía de atractivo alguno.

Y así fue como, lleno de vacío y penumbra, y

harto del ritmo insulso de mi vida, decidí dejar

de esperarla y buscarla por mis propios medios.

Tenía una ligera idea de cómo hacer que

aparezca delante de mí. Si no llegaba a resultar

pues, honestamente, no quedaba mucho más

por intentar, pero tampoco tenía nada que

perder.

Subí una noche a la terraza de mi departamento

y trepé a la cornisa. Al mirar hacía abajo se me

revolvió el estómago. Alcancé a ver un par de

personas caminando como si fueran hormigas

en la tierra. Y, ¿qué era eso? ¿Un perro?

Tranquilamente podría ser un caballo y verse

igual de diminuto.

Decidí dejar de distraerme, dejar de pensar

en absoluto. Lo mejor iba a ser actuar lo más

rápido posible, sin meditación previa. Pero,

aparentemente me encontraba tan inmerso en

mi mente que no me rescaté de su presencia a

mi lado. ¿Será que nunca podré evitar que me

sorprenda?

Me sonrió y le devolví el gesto. ¡Cómo había

extrañado aquella sensación de adrenalina al

mirarla a los ojos! Juro que sentí más euforia

al darle la mano que al treparme al borde de la

terraza.

El resto del mundo se disolvió como en los

sueños. Y ahí nos encontrábamos, los dos juntos al fin, para no volver a separarnos.

Mel

Comentarios

No hay comentarios todavía, sé el primero!

Debes iniciar sesión para comentar

Iniciar sesión