Escribo para entender, escribo para discernir y caer en cuenta de lo que no seremos. Esa imagen tan serena, tan pura de vos que yo tenía, no es y nunca fue.
Me dejé llevar por el corazón, dejando a un lado la razón. Habitaba entre párrafos nunca dichos, habitaba en tu borrosa piedad, habitaba en mi esperada esperanza, en tu llamado inoportuno y en nuestro amor impoluto.
Dejé atrás la verdad, aquella agridulce verdad: la verdad de que no me pudiste amar. Nunca fuimos, nunca seremos, y tonta de mí por creer que seríamos, que seremos.
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