¿Con qué se llena una línea vacía?
Con pena, la mayoría de las veces.
Con desencanto y hastío.
A veces con regocijo y amarillo. Pocas, en mi caso.
Con rabia y asco de todo lo no verbalizado, con la estela del peso de esas piedras en el pecho.
¿Tal vez con miedo?
¿Con qué se llena una línea vacía?
Y cómo la voy a llenar yo, me pregunto,
si ni siquiera sé todavía con qué me lleno la vida.
Esta vida que me vive
de afuera para dentro, que me lleva
con ternura a veces,
que me atropella y revuelca otras.
Y que atropello y revuelco yo otras tantas más.
¿Con qué se llena una línea vacía?
Hasta que me dije (o me dijo, o me dijeron, eso nunca lo sabré con certeza) "llenala.
Con lo que sea, pero llenala".
Y acá estoy llenando las líneas para vaciarme
desde adentro hacia mí,
o hacia el otro o hacia ellos, hacia lo que sea que esté del otro lado,
hasta que no quede más nada que la habitación vacía y oscura, o el valle lleno de luz y liviano.
Eso siempre se descubre cuando no queda nada más.
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