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Línea 60 por el bajo. Para Sofía.

Sep 7, 2025

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Hoy no sólo sos un olor, un perfume particular que ni siquiera sé a qué huele. Que solo sé que busco y, a su vez, encuentro en lugares insólitos, te juro. La última vez lo encontré en un shampoo y anduve recorriendo los chinos del barrio para encontrarlo.

¿A qué mierda huele más que a vos?

Qué poca capacidad de expresarme cuando quiero preguntarle a la cajera, que tiene muy poco humor, y recaigo en las formas, o en los colores, o en la tipografía y marca del envase… todo para no decirle que te huela, que te frene o se tropiece en la calle, que se caiga y agarre de tu bufanda como para llevársela un segundo hasta la cara, para así no tener que volver a confundir aquel envase nunca más en su vida. De las vibraciones también, che. Te juro que vibra diferente el teléfono cuando el mensaje es tuyo. Y hasta ahí creo ser coherente, sin embargo, te asigné hasta la raza de un perro.

Mirá en los recovecos de la existencia en los que te fuiste perpetrando, mirá todas las cosas que se visten un poco con tu alma independientemente de tu existencia, qué carajo sabe el perro que también es Sofía y que nunca dejará de serlo. Entonces no sólo te adjudiqué un perfume, un shampoo y un perro; casi que un género literario y de aquello no se vuelve.

Presupuse que la verdad es todo aquello que vos decís. El hecho en sí mucho no importa. Qué es lo que pasó? No tengo la menor idea, no me importa; yo le creo a lo que quieras contarme con lujo de detalle, con la inventiva propia de quien no repara y solo ejecuta, de la forma manual y perfecta, artesanal, ausente de tecnologías y leyes gramáticas. Ejecuta siempre en el blanco entre tantos y tantos que tiran, y yo te creo. A esta altura de Victoria y también de mi vida, me encontré un sentido, y casi de casualidad: mi sentido es creerte y un poco también crearte. Yo te creo.

Por eso hablar de Sofía es un poco complicado: hay un tiempo particular, una estructura y forma de palabras que se disponen solas y únicamente cuando la menciono. Como si supieran reconocer que, inequívocamente, van a invocarte, y entonces todo el mensaje se acomoda prolijo y fácil, aunque caprichoso; deja alguna que otra parte en una forma absurda, compleja, tan rebuscada y oculta a simple vista que bien podría ser el color de una glicina, o el cartelito en un colectivo del Bajo en el que, cada vez que suba, de acá hasta el fin de mi vida tenga que acompañarte.

El género Sofía, entonces, reordena la disposición del sujeto y lo deja del lado más lejano, al fondo, bien atrás, en esos asientos que saltan por cualquier cosa, indiferentes a la velocidad del colectivo.

PibedeVictoria

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