"Limarle los vértices a la vida"

Usando un poquito nuestra imaginación podemos ver a cada uno de nosotros como una figura geométrica, delineada por nuestros propios encuentros, desafíos y travesías. Como vértices agudos, nos enfrentamos a momentos de afilada intensidad, donde la realidad nos hiere con su crudeza, dejando marcas profundas en el alma. Sin embargo, en esa misma geometría de la vida, reside la posibilidad de limar esos vértices, suavizar esas aristas punzantes que nos causan dolor y nos hacen tropezar.

La metáfora de limar los vértices de nuestra existencia se revela como un acto de sabiduría y autodescubrimiento. Es el arte de transformar nuestras experiencias más amargas en lecciones, de encontrar la belleza en medio del caos y la adversidad. Pero, ¿cómo logramos esta proeza? La respuesta yace en la capacidad humana de reír, de compartir buenos momentos y de rodearnos de compañías que iluminen nuestro camino.

La risa, esa melodía del alma, actúa como un bálsamo que suaviza las asperezas de la vorágine. Nos recuerda que, a pesar de los desafíos, hay espacio para la alegría y la ligereza. En los momentos más oscuros, una carcajada sincera puede disipar las sombras y abrir paso a la esperanza.

Los buenos momentos, como destellos de luz en la oscuridad absoluta, nos ofrecen la oportunidad de apreciar la belleza efímera de la existencia. Son como pequeños oasis en el desierto, donde podemos saciar nuestra sed de felicidad y renovar nuestras fuerzas para seguir adelante. En cada instante de dicha, encontramos un motivo para perseverar y seguir luchando por nuestros sueños.

Y qué decir de las compañías que elegimos para acompañarnos en este viaje llamado vida, son o debieran ser quienes nos sostienen cuando tropezamos, que nos alientan cuando flaqueamos y que comparten con nosotros la carga de nuestras mochilas cargadas de penas. En su presencia, encontramos consuelo, complicidad y el invaluable regalo de sentirnos comprendidos y amados.

Así, limar los vértices de la vida no es negar el dolor o evadir los desafíos, sino abrazarlos con valentía y transformarlos en oportunidades de crecimiento y conexión. Es aprender a reír en medio de las lágrimas, a encontrar la luz en la oscuridad y a valorar cada momento como un regalo preciado. En esa danza entre la risa, los buenos momentos y las compañías entrañables, descubrimos el verdadero significado de la existencia y nos convertimos en arquitectos de nuestra propia felicidad.

Por: Giunico