¿Hasta cuando esos dedos, que juzgan su alrededor y nunca se detienen en su persona, nos van a seguir apuntando?
Aprisionando,
señalando como enemigos para que les temamos.
Ellos nos deberían temer,
realmente, nos temen,
por eso enloquecen buscando como negar nuestras emociones,
con esa arrogancia que les hace pensar que son dueños del conocimiento.
Sus discursos terminan con la libertad de expresión,
hablar desde la soberbia no es expresarse,
sino desvalorizarce,
si es que dicha persona tuvo alguna vez un poco de valor.
Voces que quieren volver el mundo de gris,
desaparecer los colores,
incluso entristecer a la bandera reflejada en el cielo.
Panorama desalentador,
nos obliga a seguir gritando
aún con las cuerdas vocales rotas, como las viejas cadenas que quieren volver a colocarnos.
Hay un vehículo que lleva ira acumulada de combustible
y dispara hacía todos lados como un tanque de guerra,
profetizando una libertad que cree estar avanzando
y no hace otra cosa que dar marcha atrás.
Nosotros no retrocedemos más,
no podemos permitirnos eso,
no existe terror que no hayamos pasado,
ni lágrimas que no derramamos
por quienes fueron pisados.
Algunos seguimos creyendo,
algunos seguimos soñando,
la llama interna permanece ardiente,
imposible de ser apagada por un soplido.
Ha soportado peores tormentas.
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